+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor, en el
evangelio de este día me invitas a “ensanchar mi corazón”. Normalmente las
religiones tienden a cerrarse, para no contaminarse; también la religión judía,
también las cristianas. Pero en el evangelio yo no encuentro una parábola que
diga: El reino de los cielos se parece a una cesta de manzanas que, si se pudre
una, contamina a las demás. Sí encuentro unas palabras de Jesús que dicen: “el
reino de los cielos es semejante a la levadura que pone una mujer en la artesa
y hace fermentar toda la masa”. La cizaña no tiene miedo al trigo ni el bien al
mal. Gracias, Señor, por esta visión tuya tan positiva.
Del santo Evangelio según san Lucas 10, 13-16
En aquel tiempo, Jesús dijo: "¡Ay de ti, ciudad de Corozaín! ¡Ay de ti, ciudad de Betsaida! Porque si en las ciudades de Tiro y de Sidón se hubieran realizado los prodigios que se han hecho en ustedes, hace mucho tiempo que hubieran hecho penitencia, cubiertas de sayal y de ceniza. Por eso el día del juicio será menos severo para Tiro y Sidón que para ustedes. Y tú, Cafarnaúm, ¿crees que serás encumbrada hasta el cielo? No. Serás precipitada en el abismo".
Luego, Jesús dijo a
sus discípulos: "El que los escucha a ustedes, a mí me escucha; el que los
rechaza a ustedes, a mí me rechaza y el que me rechaza a mí, rechaza al que me
ha enviado".
Palabra del Señor.
Reflexión
h
Hoy vemos a Jesús dirigir su mirada hacia
aquellas ciudades de Galilea que habían sido objeto de su preocupación y en las
que Él había predicado y realizado las obras del Padre. En ningún lugar como
Corazín, Betsaida y Cafarnaúm había predicado y hecho milagros. La siembra
había sido abundante, pero la cosecha no fue buena. ¡Ni Jesús pudo
convencerles...! ¡Qué misterio, el de la libertad humana! Podemos decir “no” a
Dios... El mensaje evangélico no se impone por la fuerza, tan sólo se ofrece y
yo puedo cerrarme a él; puedo aceptarlo o rechazarlo. El Señor respeta
totalmente mi libertad. ¡Qué responsabilidad para mí!
Las expresiones de
Jesús: «¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida!» al acabar su misión
apostólica expresan más sufrimiento que condena. La proximidad del Reino de
Dios no fue para aquellas ciudades una llamada a la penitencia y al cambio.
Jesús reconoce que en Sidón y en Tiro habrían aprovechado mejor toda la gracia
dispensada a los galileos.
La decepción de
Jesús es mayor cuando se trata de Cafarnaúm. «¿Hasta el cielo te vas a
encumbrar? ¡Hasta el Hades te hundirás!». Aquí Pedro tenía su casa y Jesús
había hecho de esta ciudad el centro de su predicación. Una vez más vemos más
un sentimiento de tristeza que una amenaza en estas palabras. Lo mismo
podríamos decir de muchas ciudades y personas de nuestra época. Creen que
prosperan, cuando en realidad se están hundiendo.
«Quien a ustedes les
escucha, a mí me escucha». Estas palabras con las que concluye el Evangelio son
una llamada a la conversión y traen esperanza. Si escuchamos la voz de Jesús
aún estamos a tiempo. La conversión consiste en que el amor supere
progresivamente al egoísmo en nuestra vida, lo cual es un trabajo siempre
inacabado. San Máximo nos dirá: «No hay nada tan agradable y amado por Dios
como el hecho de que los hombres se conviertan a Él con sincero
arrepentimiento».
Para la reflexión personal
Las lamentaciones de Jesús sobre las ciudades y el juicio
que les espera nos sitúan más en el corazón compasivo de Dios, que quiere que
todos se conviertan, que en un juicio despiadado que se alegra de la desgracia
ajena.
a)
¿Qué experiencia de rechazo o acogida tenemos en nuestra misión de
anunciadores del Evangelio?
b) ¿Cómo pueden descubrir los demás a Jesús
y a Dios a través de nosotros?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María, nuestra Madre, su ayuda.
Madre mía:
Teresita te veía a ti como una Madre, más que como una Reina. Son innumerables
las imágenes que ha plasmado el arte cristiano mostrándote como madre, con el
Niño en brazos. Es imposible reproducir convenientemente la ternura con que
mirarías a tu Hijo, y el amor de tu corazón de madre.
A todos
nos ayudan esas imágenes para sentirnos igualmente protegidos y cuidados. Sobre
todo, a tus hijos sacerdotes, que somos otros Cristos, el mismo Cristo.
Agradecemos
tus cuidados de madre, pero dinos ¿cómo debe ser el alma de niño?
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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