sábado, 2 de octubre de 2021

Sus nombres están escritos en el cielo.

 

+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

 

Oración inicial

Señor, hoy en el día de los “ángeles custodios” vengo a pedirte que sepa ser siempre niño, como dice el evangelio. Que no me acostumbre a sentirme importante, que no pierda la sencillez, el encanto, la admiración, la sinceridad y las ganas de jugar. Que los santos ángeles custodien estas virtudes de niño necesarias para entrar en el Reino de los cielos.

 

 

Del santo Evangelio según san Lucas 10, 17-24

En aquel tiempo, regresaron alegres los setenta y dos, diciendo: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre». Él les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Miren, les he dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones, y sobre todo poder del enemigo, y nada les podrá hacer daño; pero no se alegren de que los espíritus se les  sometan; alégrense de que sus nombres estén escritos en los cielos».


En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».

Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que ven! Porque les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven, pero no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen, pero no lo oyeron».

Palabra del Señor.

 

 

Reflexión

h Hoy, el evangelista Lucas nos narra el hecho que da lugar al agradecimiento de Jesús para con su Padre por los beneficios que ha otorgado a la Humanidad. Agradece la revelación concedida a los humildes de corazón, a los pequeños en el Reino. Jesús muestra su alegría al ver que éstos admiten, entienden y practican lo que Dios da a conocer por medio de Él. En otras ocasiones, en su diálogo íntimo con el Padre, también le dará gracias porque siempre le escucha. Alaba al samaritano leproso que, una vez curado de su enfermedad —junto con otros nueve—, regresa sólo él donde está Jesús para darle las gracias por el beneficio recibido.

Escribe san Agustín: «¿Podemos llevar algo mejor en el corazón, pronunciarlo con la boca, escribirlo con la pluma, que estas palabras: ‘Gracias a Dios’? No hay nada que pueda decirse con mayor brevedad, ni oír con mayor alegría, ni sentirse con mayor elevación, ni hacer con mayor utilidad». Así debemos actuar siempre con Dios y con el prójimo, incluso por los dones que desconocemos, como escribía san Josemaría Escrivá. Gratitud para con los padres, los amigos, los maestros, los compañeros. Para con todos los que nos ayuden, nos estimulen, nos sirvan. Gratitud también, como es lógico, con nuestra Madre, la Iglesia.

La gratitud no es una virtud muy “usada” o habitual, y, en cambio, es una de las que se experimentan con mayor agrado. Debemos reconocer que, a veces, tampoco es fácil vivirla. Santa Teresa afirmaba: «Tengo una condición tan agradecida que me sobornarían con una sardina». Los santos han obrado siempre así. Y lo han realizado de tres modos diversos, como señalaba santo Tomás de Aquino: primero, con el reconocimiento interior de los beneficios recibidos; segundo, alabando externamente a Dios con la palabra; y, tercero, procurando recompensar al bienhechor con obras, según las propias posibilidades.

 

 

Para la reflexión personal

 

Las lamentaciones de Jesús sobre las ciudades y el juicio que les espera nos sitúan más en el corazón compasivo de Dios, que quiere que todos se conviertan, que en un juicio despiadado que se alegra de la desgracia ajena.

 

a)   ¿Qué experiencia de rechazo o acogida tenemos en nuestra misión de anunciadores del Evangelio?

 

b)  ¿Cómo pueden descubrir los demás a Jesús y a Dios a través de nosotros?

 

Medita la oración hecha canción.

 

https://n9.cl/osozw

 

 

ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?

 

Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.

 

Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria

 

 

Pidámosle a Santa María, nuestra Madre, su ayuda.

Madre mía, Reina de los Ángeles: yo, tu sacerdote, agradezco la ayuda que me presta mi ángel custodio para mantenerme en el camino de la sencillez y de la humildad, haciéndome como niño, consciente de que ese es el camino correcto hacia la santidad.

Cuida mis manos, para que sean como las manos de un niño, fuertes, limpias y puras. Manos que bendicen, manos que consagran, manos que se entregan para compartir el sacrificio, manos que elevan el Cuerpo y la Sangre de Cristo, manos que entregan a Dios, en cada Eucaristía, a cada hombre, en cada Comunión. Manos que los ángeles mantienen limpias, procurando la pureza de mi corazón.

Amén.

 

+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

 

 

Padre José Luis Romero Landeros IJS

 

 

Referencias:

Espada de dos filos.

Mi vida en Xto.

La oración nuestra de cada día.

Jóvenes católicos.

Ocarm.

Rezandovoy

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