+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
A los divorciados
que se sienten creyentes, sólo les quiero recordar una cosa: Dios es
infinitamente más grande, más comprensivo y más amigo de todo lo que puedan ver
en nosotros, los cristianos, o en los hombres de Iglesia. Dios es Dios. Cuando
nosotros no les comprendemos, confíen siempre en Él. Las palabras de Jesús “lo
que Dios ha unido, no lo separe el hombre” nos invitan a defender la exigencia
de la fidelidad que se encierra en el matrimonio. Pero estas mismas palabras,
¿no nos invitan también de alguna manera a no introducir una separación y una
marginación de esos hermanos y hermanas que sufren las consecuencias de su
fracaso matrimonial?” (Estas palabras de
José A. Pagola, dichas hace bastantes años, son plenamente refrendadas por el
Papa Francisco en “Amoris Laetitia”.)
Del santo Evangelio según san Marcos 10, 2-16
En aquel tiempo, se
acercaron a Jesús unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba:
"¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su esposa?".
Él les respondió: "¿Qué les prescribió Moisés?". Ellos contestaron: "Moisés nos permitió el divorcio mediante la entrega de un acta de divorcio a la esposa". Jesús les dijo: "Moisés prescribió esto, debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio, al crearlos, Dios los hizo hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su esposa y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Por eso, lo que Dios unió, que no lo separe el hombre".
Ya en casa, los
discípulos le volvieron a preguntar sobre el asunto. Jesús les dijo: "Si
uno se divorcia de su esposa y se casa con otra, comete adulterio contra la
primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete
adulterio".
Después de esto, la
gente le llevó a Jesús unos niños para que los tocara, pero los discípulos
trataban de impedirlo.
Al ver aquello,
Jesús se disgustó y les dijo: "Dejen que los niños se acerquen a mí y no se
lo impidan, porque el Reino de Dios es de los que son como ellos. Les aseguro
que el que no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él".
Después tomó en
brazos a los niños y los bendijo imponiéndoles las manos.
Palabra del Señor.
Reflexión
h
Hoy, los fariseos quieren poner a Jesús
nuevamente en un compromiso planteándole la cuestión sobre el divorcio. Más que
dar una respuesta definitiva, Jesús pregunta a sus interlocutores por lo que
dice la Escritura y, sin criticar la Ley de Moisés, les hace comprender que es
legítima, pero temporal: «Teniendo en cuenta la dureza de su corazón escribió
para ustedes este precepto».
Jesús recuerda lo
que dice el Libro del Génesis: «Al comienzo del mundo, Dios los creó hombre y
mujer». Jesús habla de una unidad que será la Humanidad. El hombre dejará a sus
padres y se unirá a su mujer, siendo uno con ella para formar la Humanidad.
Esto supone una realidad nueva: dos seres forman una unidad, no como una
"asociación", sino como procreadores de Humanidad. La conclusión es
evidente: «Lo que Dios unió, no lo separe el hombre».
Mientras tengamos
del matrimonio una imagen de "asociación", la indisolubilidad
resultará incomprensible. Si el matrimonio se reduce a intereses asociativos,
se comprende que la disolución aparezca como legítima. Hablar entonces de
matrimonio es un abuso de lenguaje, pues no es más que la asociación de dos
solteros deseosos de hacer más agradable su existencia. Cuando el Señor habla
de matrimonio está diciendo otra cosa. El Concilio Vaticano II nos recuerda:
«Este vínculo sagrado, con miras al bien, ya de los cónyuges y su prole, ya de
la sociedad, no depende del arbitrio humano. Dios mismo es el autor de un
matrimonio que ha dotado de varios bienes y fines, todo lo cual es de una
enorme trascendencia para la continuidad del género humano» (Gaudium et spes,
n. 48).
De regreso a casa,
los Apóstoles preguntan por las exigencias del matrimonio, y a continuación
tiene lugar una escena cariñosa con los niños. Ambas escenas están
relacionadas. La segunda enseñanza es como una parábola que explica cómo es
posible el matrimonio. El Reino de Dios es para aquellos que se asemejan a un
niño y aceptan construir algo nuevo. Lo mismo el matrimonio, si hemos captado
bien lo que significa: dejar, unirse y devenir.
Para la reflexión personal
Jesús nos invita a valorar el plan de Dios por encima de
cualquier otro precepto humano y a acoger el Reino de Dios desde la sencillez y
debilidad de los niños.
a)
¿Cómo es nuestra acogida del mensaje de Jesús, del Reino de Dios
que anuncia?
b) ¿Qué supone para cada uno de nosotros
la invitación a acoger el Reino con la actitud de los niños? ¿A qué nos
compromete?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María, nuestra Madre, su ayuda.
Madre mía:
así como Jesús nos habla de un Matrimonio Espiritual con Él, en la Santísima
Trinidad, yo pienso en ti, Madre de la Iglesia, como mi Madre Espiritual.
Muestra que eres madre, y ayúdame a mí a mostrarme como buen hijo.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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