lunes, 23 de septiembre de 2019

Jesús y la Voluntad del Padre


+ En el nombre del Padre y, del Hijo, y del Espíritu Santo: Amén.

Oración inicial

¡Oh Dios!, que has puesto la plenitud de la ley en el amor a ti y al prójimo; concédenos cumplir tus mandamientos para llegar así a la vida eterna. Por nuestro Señor.

Del santo Evangelio según san Lucas 8, 19-21

En aquel tiempo, fueron a ver a Jesús su madre y sus parientes, pero no podían llegar hasta donde Él estaba porque había mucha gente. Entonces alguien le fue a decir: "Tu madre y tus hermanos están allá afuera y quieren verte".
Pero Él respondió: "Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica".  Palabra del Señor.

Reflexión

El evangelio de hoy nos habla del episodio en que los padres de Jesús, inclusive su madre, quisieron conversar con él, pero Jesús no les presta atención.
Jesús ¿tuvo problemas con la familia?
A veces, la familia ayuda a vivir mejor y a participar en la comunidad. Otras veces, dificulta esa convivencia. Así fue para Jesús, y así es para nosotros.
En el tiempo de Jesús, tanto la coyuntura política, social y económica como la ideología religiosa, todo conspiraba para el enflaquecimiento de los valores centrales del clan, de la comunidad.
La preocupación con los problemas de la propia familia impedía que las personas se uniesen en comunidad.
Ahora, para que el Reino de Dios pudiera manifestarse, de nuevo, en la convivencia comunitaria de la gente, las personas tenían que superar los límites estrechos de la pequeña familia y abrirse a la gran familia, a la Comunidad. Jesús dio el ejemplo. Cuando su familia trató de apoderarse de él, reaccionó y ensanchó la familia, es decir: creó comunidad.

Al meditar un momento, piensa en quién has puesto tu confianza.


Para la reflexión personal

La familia ¿ayuda o dificulta tu participación en la comunidad cristiana?

¿Cómo asumes tu compromiso en la comunidad cristiana sin perjudicar ni la familia ni la comunidad?


Termina esta oración rezándole a María.

¡Oh Señora mía, oh Madre mía!,
yo me entrego del todo a Ti,
y en prueba de mi filial afecto,
te consagro en este día
mis ojos, mis oídos, mi lengua y mi corazón,
en una palabra, todo mi ser,
ya que soy todo tuyo,
¡oh Madre de bondad!,
guárdame y protégeme como hijo tuyo.
Amén.

+ En el nombre del Padre y, del Hijo, y del Espíritu Santo: Amén.

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