miércoles, 18 de septiembre de 2019

La mujer y su perfume


Jueves de la XXIV semana del tiempo ordinario
19 de septiembre de 2019
San José de Yermo y Parres.

+  En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.


Oración inicial

Señor Jesús, quiero al comenzar mi oración, ponerme ante Ti con un corazón lleno de fe, lleno de confianza en tu presencia. Eres un Amigo fiel que no te cansas de buscarme, que no te cansas de alentarme en mi caminar hacia la santidad; por eso quiero que aceptes esta oración como un compromiso por responderte cada día con mayor fidelidad y alegría. Amén. 


Del santo Evangelio según san Lucas: 7, 36-50

En aquel tiempo, un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús fue a la casa del fariseo y se sentó a la mesa. Una mujer de mala vida en aquella ciudad, cuando supo que Jesús iba a comer ese día en casa del fariseo, tomó consigo un frasco de alabastro con perfume, fue y se puso detrás de Jesús, y comenzó a llorar, y con sus lágrimas le bañaba los pies, los enjugó con su cabellera, los besó y los ungió con el perfume.

Viendo esto, el fariseo que lo había invitado comenzó a pensar: "Si este hombre fuera profeta, sabría qué clase de mujer es la que lo está tocando; sabría que es una pecadora".

Entonces Jesús le dijo: "Simón, tengo algo que decirte". El fariseo contestó: "Dímelo, Maestro". Él le dijo: "Dos hombres le debían dinero a un prestamista. Uno le debía quinientos denarios, y el otro, cincuenta. Como no tenían con qué pagarle, les perdonó la deuda a los dos. ¿Cuál de ellos lo amará más?" Simón le respondió: "Supongo que aquel a quien le perdonó más".

Entonces Jesús le dijo: "Has juzgado bien". Luego, señalando a la mujer, dijo a Simón: "¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no me ofreciste agua para los pies, mientras que ella me los ha bañado con sus lágrimas y me los ha enjugado con sus cabellos. Tú no me diste el beso de saludo; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besar mis pies. Tú no ungiste con aceite mi cabeza; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por lo cual, yo te digo: sus pecados, que son muchos, le han quedado perdonados, porque ha amado mucho. En cambio, al que poco se le perdona, poco ama". Luego le dijo a la mujer: "Tus pecados te han quedado perdonados".

Los invitados empezaron a preguntarse a sí mismos: "¿Quién es éste que hasta los pecados perdona?" Jesús le dijo a la mujer: "Tu fe te ha salvado; vete en paz".
Palabra del Señor.


Jesús: perdona y consuela.

1) Un fariseo lo invita: Aquí tomo esa actitud de tomar a Jesús por un compromiso, hacer pasar a Jesús en mi vida por un cumplido, pero que no asumo delicadezas con Jesús. Podría decirte que en esa actitud está aquel cristiano cumplidor de normas, pero no un enamorado de Dios y sus cosas. Entra Jesús a su vida, pero parece como que lo trata de igual a igual.

2) Una mujer llorando: Las lágrimas expresan más que palabras. Es ese estado de culpa y de angustia en que muchas veces tú y yo entramos y cómo que no podemos salir. En su interior, hay arrepentimiento y búsqueda de cambio; en su exterior lágrimas tras lágrimas. Más que palabras, hay gestos. Los gestos hablan y demuestran cosas que las palabras se quedan cortas.

3) Vete en paz: Perdón y paz, son dos caras de una misma moneda. Quien se siente perdonado de corazón, habita en esa persona la paz. No hay paz en un corazón sin perdón y que no perdona.
Jesús tiene la capacidad de perdonarte y tú la capacidad de arrepentirte, pero se necesita de tú humildad. Eres grande cada vez que te arrodillas ante Dios y te miras con tu nada.
Hoy Dios te recuerda que el perdón siempre está a tu disposición, porque Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se arrepienta y viva.
Tu amor a Dios se demuestra no tan sólo por tus normas religiosas cumplidas, sino por el amor que le pongas a las cosas, sabiéndote que Dios es todo y tú eres nada, pero, que con él, te haces todo.


  

Termina esta oración rezándole a María:

Bajo tu amparo nos acogemos,
santa Madre de Dios;
no deseches las oraciones
que te dirigimos
en nuestras necesidades,
antes bien
líbranos de todo peligro,
¡oh Virgen gloriosa y bendita!
Amén.

+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

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