sábado, 7 de diciembre de 2019

Domingo con Cristo en Adviento: Juan prepara nuestro corazón.


+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Oración inicial

Señor Jesús, Maestro bueno, suscita en nuestro corazón con la potencia de tu Espíritu el deseo de comprender tu Palabra que nos revela el amor salvífico del Padre.

Del santo Evangelio según san Mateo 3, 1-12

En aquel tiempo, comenzó Juan el Bautista a predicar en el desierto de Judea, diciendo: "Conviértanse, porque ya está cerca el Reino de los cielos". Juan es aquel de quien el profeta Isaías hablaba, cuando dijo: Una voz clama en el desierto: Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos.
Juan usaba una túnica de pelo de camello, ceñida con un cinturón de cuero, y se alimentaba de saltamontes y de miel silvestre. Acudían a oírlo los habitantes de Jerusalén, de toda Judea y de toda la región cercana al Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el río.
Al ver que muchos fariseos y saduceos iban a que los bautizara, les dijo: "Raza de víboras, ¿quién les ha dicho que podrán escapar al castigo que les aguarda? Hagan ver con obras su conversión y no se hagan ilusiones pensando que tienen por padre a Abraham, porque yo les aseguro que hasta de estas piedras puede Dios sacar hijos de Abraham. Ya el hacha está puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé fruto, será cortado y arrojado al fuego.
Yo los bautizo con agua, en señal de que ustedes se han convertido; pero el que viene después de mí, es más fuerte que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias. El los bautizará en el Espíritu Santo y su fuego. Él tiene el bieldo en su mano para separar el trigo de la paja. Guardará el trigo en su granero y quemará la paja en un fuego que no se extingue".
Palabra del Señor.

Reflexión

Introducción

San Juan Bautista, gran figura de Adviento, nos anuncia como todos los años la proximidad del Señor. Por eso nos invita a la conversión. Conversión es la condición básica de una religión sincera, el punto de partida de cualquier renovación religiosa, la mejor preparación para la alegría de Navidad.
Hoy queremos, por eso, reflexionar un poco sobre la conversión.
¿Qué es conversión?
Es un cambio profundo, total, que abarca a toda la persona; un cambio de mentalidad, un cambio interior que nos lleva a transformar también toda nuestra vida exterior. Es una vuelta, una apertura definitiva a Dios y a los hermanos.
En la vida de cada cristiano, existe una primera conversión: el día de nuestro Bautismo fuimos convertidos, por la gracia y fuerza de Dios, en seres nuevos, redimidos, en hijos de Dios.
En la vida de cada cristiano debería haber también una segunda conversión: darse cuenta de que ser cristiano es algo más que vivir costumbres y rutinas cristianas. Tomar la decisión personal por una vida cristiana, entregada, generosa, comprometida pero por convicción, no sólo por tradición.
Dos formas de conversión.
A veces tenemos un concepto demasiado simplista de conversión: pasar de una situación de ateísmo a la fe, o de una corrupción moral a una vida recta.
Existen conversiones de este tipo: un cambio radical de dirección, la elección de una nueva vida. Recordemos nomás la conversión de San Pablo, San Agustín, San Francisco. Hasta podemos decir que la historia de la Iglesia es la historia de sus conversiones y renovaciones, la historia de sus grandes convertidos. También en nuestros tiempos actuales existen movimientos eclesiales que han producido muchas conversiones.
Pero existe también otra forma de conversión, una forma más corriente y general: son hombres y mujeres que no hacen virajes tan espectaculares. Son personas que elevan sin cesar su vida. Cada año se ven más generosos, alegres, interiores. Son las mujeres y los hombres de las pequeñas conversiones, de las conversiones diarias.
El fuego de la conversión.
Si queremos decirlo a través de una imagen: la conversión es como un FUEGO. Ya lo dice el Evangelio de hoy: “Él los bautizará con fuego. Y está también aquella palabra de Jesús: Vine a traer fuego a la tierra (Lc 12,49).
Todos los convertidos se han visto atraídos por ese fuego de Jesús: para algunos es como un fuego que parece abrasarlos de repente y todo cambia... Para otros sin duda, la gran mayoría el fuego es interior, discreto, lento, pero constante. Un fuego que alumbra, quema, calienta, acrisola. Un fuego que permanentemente se reanima y se extiende...


Para la reflexión personal

a)   Juan el Bautista predica la conversión, ¿El corazón está dispuesto a vivir este cambio de vida?

b)   ¿Cómo podemos cambiar y ser más de Dios?

c)   Para Jesús, la conversión es vivir la misericordia, ¿con quién puedes poner en práctica la misericordia?

Medita la oración hecha canción.


ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?

Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.

ES TU MOMENTO CON DIOS. ¡ORA!

Padre, Tú que nos has dado una familia en la que todos nos ayudamos y somos felices, te pedimos bendecir nuestros trabajos y tareas de todos los días, para que cumplamos con más esfuerzo y alegría la tarea que nos toca hacer a cada uno de los miembros de esta familia nuestro hogar.

Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria


Pidámosle a María su maternal ayuda.

¡María, quiero convertirme en un auténtico hijo de la espera, que lo espere todo de Dios con la valentía de la fe y la certeza de la esperanza!
¡María, concédeme la gracia de entrar en el misterio del amor, de la esperanza, de la paz del corazón y la alabanza para cantar con tu misma voz la grandeza de Dios que nos envía a tu Hijo!
¡Quiero seguir, María, tu ejemplo en la espera; que seas Tu mi modelo; ayúdame a prepararme vigilante en la oración y alegre en la esperanza para salir al encuentro de Tu Hijo!
¡Ayúdame a preparar el corazón para recibir las manifestaciones de su presencia en mi vida y acoger con alegría todas las gracias que Él quiera darme!
Amén.

+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.



Padre José Luis Romero Landeros IJS

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