viernes, 6 de diciembre de 2019

Tú, Señor, me has llamado!


+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Oración inicial

Buen Jesús, puesto en tu presencia te pido que me ayudes a disponer mi corazón para acoger tu Palabra y hacerla vida en mí.

Hago en silencio un breve examen de conciencia.

Señor, Tú has venido al mundo para salvarnos del pecado mostrándonos el camino a la felicidad que nunca se acaba. Pero yo muchas veces me alejo de Ti. Te pido, con un corazón arrepentido, que perdones todas mis faltas y pecados y me ayudes a ser un hijo fiel del Padre.

Del santo Evangelio según san Mateo 9, 35-10, 1. 6-8

En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y dolencia. Al ver a las multitudes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos: “La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos”.
Después, llamando a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias. Les dijo: “Vayan en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos. Curen a los leprosos y demás enfermos; resuciten a los muertos y echen fuera a los demonios. Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente”.
Palabra del Señor.

Reflexión

Jesús anuncia el evangelio (la buena noticia) con obras y palabras. Hoy sigue recorriendo nuestras ciudades y aldeas, enseñando y curando. ¿Lo percibimos? ¿Nos damos cuenta? ¿Descubrimos hoy al Señor en nuestra vida? ¿Atendemos sus enseñanzas?
La mies es abundante. ¿Dónde está la mies, dónde está el trabajo, donde está la misión? Está en cada persona, especialmente en las más pobres, en las que están cansadas y abandonadas, en las descarriadas y enfermas, en las que no conocen el amor de Dios-Buen Pastor. ¡Qué cerca está la misión que Dios nos da y cuánto nos cuesta verla! Parece que empleamos demasiadas fuerzas en encontrar excusas para no ir a la mies!
La gratuidad siempre ha sido un signo del Reino de Dios. En este tiempo, en el que todo se compra y se vende, este signo es todavía más evidente. Tenemos una gran razón para no ser interesados, para ser gratuitos: Todo lo hemos recibido gratis. Dios nos lo ha dado todo gratis.

Para la reflexión personal

a)   Todos nosotros recibimos la misma misión que Jesús dio a los discípulos. ¿Tienes conciencia de tener esta misión?

b)   ¿Cómo vives tu misión?

c)   En tu vida, ¿tuviste algún contacto con las ovejas perdidas, con el pueblo cansado y abatido?

d)   ¿Qué lección sacaste?

Medita la oración hecha canción.


ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?

Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.

ES TU MOMENTO CON DIOS. ¡ORA!

Gracias, Buen Señor, por ayudarme a profundizar en tus palabras. Te pido que me ayudes a ser valiente y generoso como fueron los apóstoles al proclamar tu palabra al mundo entero, para que cooperando con tu gracia, pueda yo también anunciar tu Buena Nueva al mundo de hoy.
Amén.
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Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria


Pidámosle a María su maternal ayuda.

María de Nazaret
madre de nuestro Señor,
compañera de nuestras marchas,
ven a visitarnos, quédate con nosotros.
Te necesitamos, madre buena,
vivimos tiempos difíciles,
atravesamos bajones,
tenemos caídas, nos agarra la flojera
nos inmoviliza la apatía,
nos da rabia la solidez de la injusticia.
María, virgen de la Esperanza.
Contágianos tu fuerza,
acércanos el Espíritu que llena tu vida.
Ayúdanos a vivir con alegría,
a pesar de las pruebas y las cruces
que encontramos en el seguimiento
de tu hijo.
Que no nos desaliente
la lentitud de los cambios,
que las espinas de la vida
no nos ahoguen la semilla del Evangelio.
Que no perdamos la utopía,
madre buena,
de creer que es posible otro mundo
y otra sociedad.
Que no bajemos los brazos
en la lucha por la justicia
y en la práctica de la solidaridad.
Que no se enturbie nuestra mirada,
al punto que no veamos la luz del Señor
que nos acompaña siempre,
que camina a nuestro lado,
que nos sostiene en los momentos duros.
Amén.

+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.



Padre José Luis Romero Landeros IJS

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