+ En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Con
inmenso gozo porque todavía celebramos tu nacimiento, te pido Señor me
acompañes en este momento de oración y me ilumines con la luz de tu Espíritu
para que sepa acogerte siempre en mi corazón.
Hago en silencio un breve examen de conciencia.
Con humildad, Señor mío,
te quiero pedir perdón porque sé que tantas veces me aparto de tus caminos y me
alejo de tu presencia. Sé, también, que tu misericordia es infinita, y por eso
espero confiado en tu amor y en tu inmensa misericordia.
Del santo Evangelio según san Lucas 2, 36-40
En
aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser.
Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya
ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche,
sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. (Cuando José y María entraban en el
templo para la presentación del niño), se acercó Ana, dando gracias a Dios y
hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel.
Una
vez que José y María cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se
volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y
fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con Él.
Palabra del Señor.
Reflexión
Hoy,
José y María acaban de celebrar el rito de la presentación del primogénito,
Jesús, en el Templo de Jerusalén. María y José no se ahorran nada para cumplir
con detalle todo lo que la Ley prescribe, porque cumplir aquello que Dios
quiere es signo de fidelidad, de amor a Dios.
Desde que su hijo —e Hijo
de Dios— ha nacido, José y María experimentan maravilla tras maravilla: los
pastores, los magos de Oriente, ángeles... No solamente acontecimientos
extraordinarios exteriores, sino también interiores, en el corazón de las
personas que tienen algún contacto con este Niño.
Hoy aparece Ana, una
señora mayor, viuda, que en un momento determinado tomó la decisión de dedicar
toda su vida al Señor, con ayunos y oración. No nos equivocamos si decimos que
esta mujer era una de las “vírgenes prudentes” de la parábola del Señor (cf. Mt
25,1-13): siempre velando fielmente en todo aquello que le parece que es la
voluntad de Dios. Y está claro: cuando llega el momento, el Señor la encuentra
a punto. Todo el tiempo que ha dedicado al Señor, aquel Niño se lo recompensa
con creces. —¡Pregúntale, pregúntale a Ana si ha valido la pena tanta oración y
tanto ayuno, tanta generosidad!
Dice el texto que «alababa
a Dios y hablaba del Niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén»
(Lc 2,38). La alegría se transforma en apostolado decidido: ella es el motivo y
la raíz. El Señor es inmensamente generoso con los que son generosos con Él.
Jesús, Dios Encarnado,
vive la vida de familia en Nazaret, como todas las familias: crecer, trabajar,
aprender, rezar, jugar... ¡“Santa cotidianeidad”, bendita rutina donde crecen y
se fortalecen casi sin darse cuenta la almas de los hombres de Dios! ¡Cuán importantes
son las cosas pequeñas de cada día!
Para la reflexión
personal
a) ¿Conoces
a personas como Ana, que tienen una mirada de fe sobre las cosas de la vida?
b) Crecer en sabiduría, en edad y en gracia:
¿Cómo acontece esto en mi vida?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN:
¿Qué le digo a Dios?
Orar, es
responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
ES TU MOMENTO CON DIOS. ¡ORA!
Gracias,
Señor, por tu venida y por tu presencia en mi vida. Ayúdame a crecer en
presencia de Dios, y que al mismo tiempo pueda dar a quienes me rodean
testimonio de tu venida reconciliadora.
Reza un Padre Nuestro, un Ave
María y un Gloria
Pidámosle a María su maternal
ayuda.
Señor
Jesús, tú naciste de la Virgen María,
hija de San Joaquín y Santa Ana.
Mira con amor a los abuelos de todo el mundo.
¡Protégelos! son una fuente de enriquecimiento
para las familias, para la Iglesia
y para toda la sociedad.
¡Sostenlos! Que cuando envejezcan
sigan siendo para sus familias
pilares fuertes de la fe evangélica,
custodios de los nobles ideales, hogareños,
tesoros vivos de sólidas tradiciones religiosas
haz que sean maestros de sabiduría y valentía
que transmitan a generaciones futuras los frutos
de su madura experiencia humana y espiritual.
Señor Jesús, ayuda a las familias y a la sociedad
a valorar la presencia y el papel de los abuelos.
Que jamás sean ignorados o excluidos,
sino que encuentren respeto y amor.
Ayúdales a vivir serenamente
y a sentirse acogidos durante todos los años
de vida que les concedas.
María, Madre de todos los vivientes,
cuida constantemente a todos los abuelos,
acompáñalos durante su peregrinación terrena
y con tus oraciones obtén que todas las familias
se reúnan un día en nuestra patria celestial,
dónde esperas a toda la humanidad
para el gran abrazo de la vida sin fin.
hija de San Joaquín y Santa Ana.
Mira con amor a los abuelos de todo el mundo.
¡Protégelos! son una fuente de enriquecimiento
para las familias, para la Iglesia
y para toda la sociedad.
¡Sostenlos! Que cuando envejezcan
sigan siendo para sus familias
pilares fuertes de la fe evangélica,
custodios de los nobles ideales, hogareños,
tesoros vivos de sólidas tradiciones religiosas
haz que sean maestros de sabiduría y valentía
que transmitan a generaciones futuras los frutos
de su madura experiencia humana y espiritual.
Señor Jesús, ayuda a las familias y a la sociedad
a valorar la presencia y el papel de los abuelos.
Que jamás sean ignorados o excluidos,
sino que encuentren respeto y amor.
Ayúdales a vivir serenamente
y a sentirse acogidos durante todos los años
de vida que les concedas.
María, Madre de todos los vivientes,
cuida constantemente a todos los abuelos,
acompáñalos durante su peregrinación terrena
y con tus oraciones obtén que todas las familias
se reúnan un día en nuestra patria celestial,
dónde esperas a toda la humanidad
para el gran abrazo de la vida sin fin.
Amén
+ En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
Referencias:
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
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