viernes, 6 de marzo de 2020

Amen a sus enemigos.


+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Oración inicial

Jesús, Tú te hiciste uno de nosotros y Te manifestaste de muchas maneras para reconocer que Tú eras nuestro salvador. Ayúdame a reconocerte también yo en esta oración, para que siguiendo tus palabras, pueda amarte cada días más.

Hago en silencio un breve examen de conciencia.

Buen Señor, Tú has venido al mundo para salvarnos del pecado mostrándonos el camino a la felicidad que nunca se acaba. Pero yo muchas veces me alejo de Ti. Te pido con un corazón arrepentido que perdones todas mis faltas y pecados y me ayudes a ser un hijo fiel del Padre.

Del santo Evangelio según san Mateo 5, 43-48

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Han oído que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo. Yo, en cambio, les digo: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y manda su lluvia sobre los justos y los injustos.
Porque, si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen eso mismo los publicanos? Y si saludan tan sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen eso mismo los paganos? Ustedes, pues, sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto".
Palabra del Señor.

Reflexión

Hoy, el Evangelio nos exhorta al amor más perfecto. Amar es querer el bien del otro y en esto se basa nuestra realización personal. No amamos para buscar nuestro bien, sino por el bien del amado, y haciéndolo así crecemos como personas. El ser humano, afirmó el Concilio Vaticano II, «no puede encontrar su plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás». El amor es la vocación humana. Todo nuestro comportamiento, para ser verdaderamente humano, debe manifestar la realidad de nuestro ser, realizando la vocación al amor. Como ha escrito San Juan Pablo II, «el hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente».
El amor tiene su fundamento y su plenitud en el amor de Dios en Cristo. La persona es invitada a un diálogo con Dios. Uno existe por el amor de Dios que lo creó, y por el amor de Dios que lo conserva, «y sólo puede decirse que vive en la plenitud de la verdad cuando reconoce libremente este amor y se confía totalmente a su Creador» (Concilio Vaticano II): ésta es la razón más alta de su dignidad.
El amor humano debe, por tanto, ser custodiado por el Amor divino, que es su fuente, en él encuentra su modelo y lo lleva a plenitud. Por todo esto, el amor, cuando es verdaderamente humano, ama con el corazón de Dios y abraza incluso a los enemigos. Si no es así, uno no ama de verdad.
De aquí que la exigencia del don sincero de uno mismo devenga un precepto divino: «Ustedes, pues, sean perfectos como es perfecto su Padre celestial» (Mt 5,48).
Parece claro que para Dios ser santos, ser perfectos y ser misericordiosos es la misma cosa.
“Miseri-cor-dia” se traduce por “miserables-corazón-dar”, que significa dar el corazón a los miserables, a los pobres, a los que no pueden o no quieren devolveros el favor. Dios es misericordioso porque nos ha dado su corazón, su amor, a nosotros, que nunca podremos devolverle ni una centésima parte.

Para la reflexión personal

a)   En esta Cuaresma, ¿a que “indeseable” tengo que amar, por qué “enemigo” tengo que rezar, a que “insociable” tengo que saludar?

b)   Quizá si le amamos, si rezamos por él, si le saludamos... descubrimos que no es ni tan indeseable, ni tan enemigo, ni tan insociable.


Medita la oración hecha canción.




ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?

Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.

ES TU MOMENTO CON DIOS. ¡ORA!

Gracias Señor por esta oración. Así como Tú viviste el precepto de amar al prójimo amando, incluso a los enemigos, hasta el extremo, te pido que me ayudes a vivirlo yo también con todo mi corazón y todas mis acciones.

Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria


Pidámosle a María su maternal ayuda.

Madre mía: tú me recibiste como hijo al pie de la Cruz, donde fuiste testigo del desprecio de los hombres al Hijo de Dios. Yo quiero sentirte muy cerca cada vez que renuevo el sacrificio del Calvario en la celebración eucarística, para que me ayudes a tener los mismos sentimientos que Jesús.
Enséñame a mí a reparar, y a amar a todos mis hermanos. Pon mi corazón en tu corazón, para amar a los demás como quiere tu Hijo.
Amén.

+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.


Padre José Luis Romero Landeros IJS


Referencias:
Mi vida en Xto.
La oración nuestra de cada día.
Jóvenes católicos.
Ocarm.

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