+ En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Ven Espíritu Santo, Ven a nuestra vida, a nuestros corazones, a
nuestras conciencias. Mueve nuestra inteligencia y nuestra voluntad para entender lo que
el Padre quiere decirnos a través de su Hijo Jesús, el Cristo. Que tu Palabra llegue a toda nuestra vida y se
haga vida en nosotros.
Del santo Evangelio según san Mateo 17, 1-9
En
aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, el hermano de
éste, y los hizo subir a solas con él a un monte elevado. Ahí se transfiguró en
su presencia: su rostro se puso resplandeciente como el sol y sus vestiduras se
volvieron blancas como la nieve. De pronto aparecieron ante ellos Moisés y
Elías, conversando con Jesús.
Entonces
Pedro le dijo a Jesús: "Señor, ¡qué bueno sería quedarnos aquí! Si
quieres, haremos aquí tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para
Elías".
Cuando
aún estaba hablando, una nube luminosa los cubrió y de ella salió una voz que
decía: "Éste es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis
complacencias; escúchenlo". Al oír esto, los discípulos cayeron rostro en
tierra, llenos de un gran temor. Jesús se acercó a ellos, los tocó y les dijo:
"Levántense y no teman".
Alzando
entonces los ojos, ya no vieron a nadie más que a Jesús. Mientras bajaban del
monte, Jesús les ordenó: "No le cuenten a nadie lo que han visto, hasta
que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos".
Palabra del Señor.
Reflexión
Hoy, camino hacia la
Semana Santa, la liturgia de la Palabra nos muestra la Transfiguración de
Jesucristo. Aunque en nuestro calendario hay un día litúrgico festivo reservado
para este acontecimiento (el 6 de agosto), ahora se nos invita a contemplar la
misma escena en su íntima relación con los sucesos de la Pasión, Muerte y
Resurrección del Señor.
En
efecto, se acercaba la Pasión para Jesús y seis días antes de subir al Tabor lo
anunció con toda claridad: les había dicho que «Él debía ir a Jerusalén y
sufrir mucho de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y
ser matado y resucitar al tercer día» (Mt 16,21).
Pero
los discípulos no estaban preparados para ver sufrir a su Señor. Él, que
siempre se había mostrado compasivo con los desvalidos, que había devuelto la
blancura a la piel dañada por la lepra, que había iluminado los ojos de tantos
ciegos, y que había hecho mover miembros lisiados, ahora no podía ser que su cuerpo
se desfigurara a causa de los golpes y de las flagelaciones. Y, con todo, Él
afirma sin rebajas: «Debía sufrir mucho». ¡Incomprensible! ¡Imposible!
A
pesar de todas las incomprensiones, sin embargo, Jesús sabe para qué ha venido
a este mundo. Sabe que ha de asumir toda la flaqueza y el dolor que abruma a la
humanidad, para poderla divinizar y, así, rescatarla del círculo vicioso del
pecado y de la muerte, de tal manera que ésta —la muerte— vencida, ya no tenga
esclavizados a los hombres, creados a imagen y semejanza de Dios.
Por
esto, la Transfiguración es un espléndido icono de nuestra redención, donde la
carne del Señor es mostrada en el estallido de la resurrección. Así, si con el
anuncio de la Pasión provocó angustia en los Apóstoles, con el fulgor de su
divinidad los confirma en la esperanza y les anticipa el gozo pascual, aunque,
ni Pedro, ni Santiago, ni Juan sepan exactamente qué significa esto de…
resucitar de entre los muertos (cf. Mt 17,9), ¡Ya lo sabrán!
Para la reflexión
personal
a) ¿En verdad escucho a Jesús
en todos los momentos de mi vida?
b) ¿Tengo miedo de acercarme
a Jesús?
c) ¿Tal vez escucharlo
signifique para mí, dejar un estilo de vida que yo tengo muy instalado. No será
eso lo que me pide el Señor?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN:
¿Qué le digo a Dios?
Orar, es
responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
ES TU MOMENTO CON DIOS. ¡ORA!
Señor,
al igual que los discípulos tengo miedo. Quisiera que tú también te acerques a
mí, que toques y me recuerdes esa frase “no tengas miedo”. Quiero seguirte Señor.
Quiero
ser tu Discípulo, quiero que en este seguimiento, entienda que debo
transformarme también en anunciador de la Buena Noticia.
Reza un Padre Nuestro, un Ave
María y un Gloria
Pidámosle a María, nuestra Madre,
su maternal ayuda.
Madre
mía: yo sé que siempre me acompañas
durante la celebración de la Santa Misa, como acompañaste a Jesús junto a la
Cruz. Pienso que estás junto a mí, de pie, a la derecha.
De igual modo, me acompañas
durante mi oración. Te pido que me ayudes para estar muy atento, que no me deje
vencer por el cansancio, por el sueño, para poder escuchar a Jesús, y la voz
del Padre, y decir, como san Pedro, “Maestro ¡qué a gusto estamos aquí!”.
Permanece, Madre, a mi lado, en
ese diálogo con tu Hijo, e intercede por mí para que sepa escucharlo y haya
mucho fruto.
Amén.
+ En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
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