domingo, 8 de marzo de 2020

Sean misericordiosos


+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Oración inicial

Señor, hoy vengo a tu encuentro y te busco en el silencio porque quiero encontrarme contigo. Te pido que me ayudes a disponer mi corazón de la manera adecuada para acoger tu Palabra y para responder a ella, lleno de confianza y generosidad.

Hago en silencio un breve examen de conciencia.

Señor, con humildad me reconozco pecador, sé que soy frágil y justamente por eso te pido que fijes tu mirada misericordiosa en mí corazón, me perdones y me fortalezcas, para que pueda levantarse y seguir caminando con renovado amor.

Del santo Evangelio según san Lucas 6, 36-38

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados.
Den y se les dará: recibirán una medida buena, bien sacudida, apretada y rebosante en los pliegues de su túnica. Porque con la misma medida con que midan, serán medidos".
Palabra del Señor.

Reflexión

Jesús dice en el Evangelio de Mateo: «No juzguéis para no ser juzgados. ¿Por qué te fijas en la mota del ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en el tuyo?» (Mt 7,1.3). La viga es el “no-amor”, el “orgullo” y el “resentimiento” en nuestro corazón. Estos vicios son como una viga que nos impide considerar la falta de nuestro hermano desde su propia perspectiva, lo cual es más serio que la misma falta (a fin de cuentas, ¡una mota!), y por tanto aquellas actitudes son lo que debiera ser removido en primer lugar. Sólo con el amor podemos realmente corregir al otro, teniendo en cuenta que «el amor todo lo excusa» (1Cor 13,7).
Cuando Cristo dice «no juzguéis» no está prohibiendo el ejercicio de nuestra capacidad de discernimiento, ni tampoco se dice que tengamos que aprobar todo lo que hace nuestro hermano. Lo que Él prohíbe es atribuir una intención mala a la persona que actúa de esa manera. Solamente Dios conoce qué hay en el corazón de la persona. «El hombre mira las apariencias pero el Señor mira el corazón» (1Sam 16,7). Por tanto, juzgar es una prerrogativa de Dios, prerrogativa que nosotros le usurpamos cuando juzgamos a nuestro hermano.
Lo importante en el Cristianismo es el amor: «Como yo os he amado, amaos también unos a otros» (Jn 13,34). Este amor es derramado en nuestros corazones a través del Espíritu Santo (cf. Rom 5,5). En la Eucaristía, Cristo nos entrega Su Corazón como un don y así nosotros podemos amar a cada uno con Su Corazón y ser misericordiosos tal como el Padre del Cielo es misericordioso.

Para la reflexión personal

a)   ¿Cómo vas a vivir este evangelio, a qué personas tienes que acercarte?

b)   ¿Qué le dices a Dios?

Medita la oración hecha canción.




ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?

Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.

ES TU MOMENTO CON DIOS. ¡ORA!

Gracias Señor por esta oración. Así como Tú viviste el precepto de amar al prójimo amando, incluso a los enemigos, hasta el extremo, te pido que me ayudes a vivirlo yo también con todo mi corazón y todas mis acciones.

Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria


Pidámosle a María su maternal ayuda.

Madre mía: Jesús nos pide que seamos misericordiosos. Con esa palabra yo pienso en las catorce obras de misericordia. Debo practicarlas todas.
Y yo, sacerdote, tengo una obligación especial, de practicarlas y de predicarlas.
Es el mensaje constante de la Iglesia. Y sé que lo primero es la oración, porque necesitamos todos, la gracia de Dios.
Amén.

+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.


Padre José Luis Romero Landeros IJS


Referencias:
Mi vida en Xto.
La oración nuestra de cada día.
Jóvenes católicos.
Ocarm.

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