+ En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor,
hoy vengo a tu encuentro y te busco en el silencio porque quiero encontrarme
contigo. Te pido que me ayudes a disponer mi corazón de la manera adecuada para
acoger tu Palabra y para responder a ella, lleno de confianza y generosidad.
Hago en silencio un breve examen de conciencia.
Señor,
con humildad me reconozco pecador, sé que soy frágil y justamente por eso te
pido que fijes tu mirada misericordiosa en mí corazón, me perdones y me
fortalezcas, para que pueda levantarse y seguir caminando con renovado amor.
Del santo Evangelio según san Lucas 6, 36-38
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
"Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso. No juzguen y no
serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados.
Den y se les dará: recibirán una medida buena, bien
sacudida, apretada y rebosante en los pliegues de su túnica. Porque con la
misma medida con que midan, serán medidos".
Palabra del Señor.
Reflexión
Jesús
dice en el Evangelio de Mateo: «No juzguéis para no ser juzgados. ¿Por qué te
fijas en la mota del ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en el
tuyo?» (Mt 7,1.3). La viga es el “no-amor”, el “orgullo” y el “resentimiento”
en nuestro corazón. Estos vicios son como una viga que nos impide considerar la
falta de nuestro hermano desde su propia perspectiva, lo cual es más serio que
la misma falta (a fin de cuentas, ¡una mota!), y por tanto aquellas actitudes
son lo que debiera ser removido en primer lugar. Sólo con el amor podemos
realmente corregir al otro, teniendo en cuenta que «el amor todo lo excusa»
(1Cor 13,7).
Cuando
Cristo dice «no juzguéis» no está prohibiendo el ejercicio de nuestra capacidad
de discernimiento, ni tampoco se dice que tengamos que aprobar todo lo que hace
nuestro hermano. Lo que Él prohíbe es atribuir una intención mala a la persona
que actúa de esa manera. Solamente Dios conoce qué hay en el corazón de la
persona. «El hombre mira las apariencias pero el Señor mira el corazón» (1Sam
16,7). Por tanto, juzgar es una prerrogativa de Dios, prerrogativa que nosotros
le usurpamos cuando juzgamos a nuestro hermano.
Lo
importante en el Cristianismo es el amor: «Como yo os he amado, amaos también
unos a otros» (Jn 13,34). Este amor es derramado en nuestros corazones a través
del Espíritu Santo (cf. Rom 5,5). En la Eucaristía, Cristo nos entrega Su
Corazón como un don y así nosotros podemos amar a cada uno con Su Corazón y ser
misericordiosos tal como el Padre del Cielo es misericordioso.
Para la reflexión
personal
a) ¿Cómo vas a vivir este
evangelio, a qué personas tienes que acercarte?
b) ¿Qué le dices a Dios?
Medita
la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar, es
responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
ES TU MOMENTO CON DIOS. ¡ORA!
Gracias
Señor por esta oración. Así como Tú viviste el precepto de amar al prójimo
amando, incluso a los enemigos, hasta el extremo, te pido que me ayudes a
vivirlo yo también con todo mi corazón y todas mis acciones.
Reza un Padre
Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a
María su maternal ayuda.
Madre
mía: Jesús nos pide que seamos
misericordiosos. Con esa palabra yo pienso en las catorce obras de
misericordia. Debo practicarlas todas.
Y yo, sacerdote, tengo una
obligación especial, de practicarlas y de predicarlas.
Es el mensaje constante de la
Iglesia. Y sé que lo primero es la oración, porque necesitamos todos, la gracia
de Dios.
Amén.
+ En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
Referencias:
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
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