+ En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Quiero
comenzar este momento de oración agradeciendo el inmenso amor que tienes por
mí. ¡Eres, Señor, infinitamente bueno! Quiero alimentarme de tu Palabra y para
ello te pido que me ayudes a disponerme interiormente, a hacer silencio en mi
mente y corazón para poder escucharte.
Hago en silencio un breve examen de conciencia.
Me
duele, Amigo bueno, reconocer que muchas veces te doy la espalda y opto por
vivir lejos de ti. Quiero recibir de Ti el perdón y la cura de todas mis
dolencias.
Del santo Evangelio según san Juan 5, 1-3. 5-16
Era
un día de fiesta para los judíos, cuando Jesús subió a Jerusalén. Hay en
Jerusalén, junto a la puerta de las Ovejas, una piscina llamada Betesdá, en
hebreo, con cinco pórticos, bajo los cuales yacía una multitud de enfermos,
ciegos, cojos y paralíticos. Entre ellos estaba un hombre que llevaba treinta y
ocho años enfermo.
Al
verlo ahí tendido y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo en tal estado, Jesús
le dijo: "¿Quieres curarte?" Le respondió el enfermo: "Señor, no
tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua. Cuando logro
llegar, ya otro ha bajado antes que yo". Jesús le dijo: "Levántate,
toma tu camilla y anda". Al momento el hombre quedó curado, tomó su
camilla y se puso a andar.
Aquel
día era sábado. Por eso los judíos le dijeron al que había sido curado:
"No te es lícito cargar tu camilla". Pero él contestó: "El que
me curó me dijo: ‘Toma tu camilla y anda’ ". Ellos le preguntaron:
"¿Quién es el que te dijo: ‘Toma tu camilla y anda’?" Pero el que
había sido curado no lo sabía, porque Jesús había desaparecido entre la
muchedumbre. Más tarde lo encontró Jesús en el templo y le dijo: "Mira, ya
quedaste sano. No peques más, no sea que te vaya a suceder algo peor".
Aquel hombre fue y les contó a los judíos que el que lo había curado era Jesús.
Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado.
Palabra del Señor.
Reflexión
Hoy, san Juan nos habla
de la escena de la piscina de Betsaida. Parecía, más bien, una sala de espera
de un hospital de trauma. Jesús se dejó caer por allí.
¡Es
curioso! Jesús siempre está en medio de los problemas. Allí donde haya algo
para “liberar”, para hacer feliz a la gente, allí está Él. Los fariseos, en cambio,
sólo pensaban en si era sábado. Su mala fe mataba el espíritu. La mala baba del
pecado goteaba de sus ojos. No hay peor sordo que el que no quiere entender.
El
protagonista del milagro llevaba treinta y ocho años de invalidez. «¿Quieres
curarte?» Le dice Jesús. Hacía tiempo que luchaba en el vacío porque no había
encontrado a Jesús. Por fin, había encontrado al Hombre. Los cinco pórticos de
la piscina de Betsaida retumbaron cuando se oyó la voz del Maestro: «Levántate,
toma tu camilla y anda» (Jn 5,8). Fue cuestión de un instante.
La
voz de Cristo es la voz de Dios. Todo era nuevo en aquel viejo paralítico,
gastado por el desánimo. Más tarde, san Juan Crisóstomo dirá que en la piscina
de Betsaida se curaban los enfermos del cuerpo, y en el Bautismo se
restablecían los del alma; allá, era de cuando en cuando y para un solo
enfermo. En el Bautismo es siempre y para todos. En ambos casos se manifiesta
el poder de Dios por medio del agua.
El
paralítico impotente a la orilla del agua, ¿no te hace pensar en la experiencia
de la propia impotencia para hacer el bien? ¿Cómo pretendemos resolver, solos,
aquello que tiene un alcance sobrenatural? ¿No ves cada día, a tu alrededor,
una constelación de paralíticos que se “mueven” mucho, pero que son incapaces
de apartarse de su falta de libertad? El pecado paraliza, envejece, mata. Hay
que poner los ojos en Jesús. Es necesario que Él —su gracia— nos sumerja en las
aguas de la oración, de la confesión, de la apertura de espíritu. Tú y yo
podemos ser paralíticos sempiternos, o portadores e instrumentos de luz.
Para la reflexión personal
a) ¿Has
tenido una experiencia semejante a la del paralítico, quedándote un tiempo sin
ayuda?
b) ¿Cómo
es la situación de asistencia a los enfermos en el lugar donde tú vives?
c) ¿Hay
señales de solidaridad?
d) •
¿Qué nos enseña esto a nosotros?
Medita
la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar, es
responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
ES TU MOMENTO CON DIOS. ¡ORA!
Jesús,
hoy especialmente te agradezco porque en el agua de mi Bautismo verdaderamente
me has hecho nacer a una vida nueva. Ayúdame a ser fiel a las promesas de mi
Bautismo y a poner todo mi parte para morir a todo lo que es muerte y acoger la
vida verdadera que Tú me das.
Reza un Padre
Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a
María su maternal ayuda.
Madre
mía: soy consciente de mi
configuración con tu Hijo. Soy Cristo que pasa cuando cumplo con mi ministerio.
Soy un instrumento en manos de
Jesús, capaz de obrar milagros. Él me ha sanado y quiere que me levante para
estar a su servicio. Ayúdame a cumplir bien con mi misión.
Amén.
+ En el nombre del Padre, y del Hijo,
y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
Referencias:
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
No hay comentarios.:
Publicar un comentario