+ En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor
Jesús, reconozco tu presencia en mi vida y te pido me acompañes particularmente
en este momento de oración. Dame, sobre todo, la luz de tu Espíritu para aprender
a discernir tu Voluntad. Que aprenda, Señor, a cumplir en todo momento la
voluntad del Padre que está en los cielos.
Del santo Evangelio según san Mateo 13, 36-43
En
aquel tiempo, Jesús despidió a la multitud y se fue a su casa. Entonces se le
acercaron sus discípulos y le dijeron: "Explícanos la parábola de la
cizaña sembrada en el campo".
Jesús les contestó: "El sembrador de la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del Reino; la cizaña son los partidarios del demonio; el enemigo que la siembra es del demonio; el tiempo de la cosecha es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.
Y
así como recogen la cizaña y la queman en el fuego, así sucederá al fin del
mundo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles para que arranquen de su Reino
a todos los que inducen a otros al pecado y a todos los malvados, y los arrojen
en el horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación. Entonces los
justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que
oiga".
Palabra del Señor.
Reflexión
«Explícanos
la parábola», le piden a Jesús sus discípulos. Y nosotros, hoy, podemos hacer
el propósito de tener más cuidado de nuestra oración personal, nuestro trato
cotidiano con Dios. —Señor, le podemos decir, explícame por qué no avanzo
suficientemente en mi vida interior. Explícame cómo puedo serte más fiel, cómo
puedo buscarte en mi trabajo, o a través de esta circunstancia que no entiendo,
o no quiero. Cómo puedo ser un apóstol cualificado. La oración es esto, pedirle
“explicaciones” a Dios. ¿Cómo es mi oración?: ¿es sincera?, ¿es constante?, ¿es
confiada?
Jesucristo
nos invita a tener los ojos fijos en el Cielo, nuestra casa para siempre.
Frecuentemente vivimos enloquecidos por la prisa, y casi nunca nos detenemos a
pensar que un día —lejano o no, no lo sabemos— deberemos dar cuenta a Dios de
nuestra vida, de cómo hemos hecho fructificar las cualidades que nos ha dado. Y
nos dice el Señor que al final de los tiempos habrá una tría. El Cielo nos lo
hemos de ganar en la tierra, en el día a día, sin esperar situaciones que quizá
nunca llegarán. Hemos de vivir heroicamente lo que es ordinario, lo que
aparentemente no tiene ninguna trascendencia. ¡Vivir pensando en la eternidad y
ayudar a los otros a pensar en ello!: paradójicamente, «se esfuerza para no
morir el hombre que ha de morir; y no se esfuerza para no pecar el hombre que
ha de vivir eternamente» (San Julián de Toledo).
Recogeremos
lo que hayamos sembrado. Hay que luchar por dar hoy el 100%. Y que cuando Dios
nos llame a su presencia le podamos presentar las manos llenas: de actos de fe,
de esperanza, de amor. Que se concretan en cosas muy pequeñas y en pequeños vencimientos
que, vividos diariamente, nos hacen más cristianos, más santos, más humanos.
Para la reflexión personal
a) En
el campo existe todo mezclado: cizaña y trigo. En el campo de mi vida ¿qué
prevalece: el trigo o la cizaña?
b) ¿Has
intentado conversar con otras personas para descubrir el sentido de alguna
parábola?
Medita
la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar, es
responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre
Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a
María su maternal ayuda.
Virgen
santa: al explicar Jesús la parábola
del trigo y la cizaña dice que Él es el sembrador y la buena semilla son los
ciudadanos del Reino.
Y me doy
cuenta de que yo he sido arrojado al mundo, que es el campo en donde debo dar
fruto, pero no me faltarán dificultades, sembradas por el demonio.
Quiero
ser muy fiel a esa misión encomendada, pero necesito de tus cuidados, porque tú
pisas la cabeza de la serpiente, para que no me haga daño.
El
demonio no puede nada contra ti, ya ha sido vencido. Por eso acudir a ti da
mucha seguridad para vencer en la batalla, por tu intercesión poderosa. Pero sé
que yo debo también poner de mi parte, evitando las ocasiones de pecado,
conociendo bien los peligros para mi alma, alejándome cuando aparecen las
tentaciones…
Dime,
Madre, qué medios debo poner en esta lucha.
Amén.
+ En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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