+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor,
te confieso que las palabras del evangelio de hoy me suenan muy duras para ser
dichas por Ti. Con todo, descubro el grado de tristeza que te debieron de
producir aquellos comportamientos de los escribas y fariseos. Vivían de
apariencias, es decir, del cuento. Y eso les iba bien. Pero Tú no lo podías
soportar. Tu vida era limpia, coherente, llena de transparencia. Tus discípulos
podían contemplar cada día la verdad en tus labios como se contempla la belleza
de una montaña nevada. No quiero, Señor, limitarme a decir verdades frías.
Quiero ser “verdad”.
Del santo Evangelio según san Mateo 23, 23-26
En
aquel tiempo, Jesús dijo a los escribas y fariseos: “¡Ay de ustedes, escribas y
fariseos hipócritas, porque pagan el diezmo de la menta, del anís y del comino,
pero descuidan lo más importante de la ley, que son la justicia, la
misericordia y la fidelidad! Esto es lo que tenían que practicar, sin descuidar
aquello. ¡Guías ciegos, que cuelan el mosquito, pero se tragan el camello!
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que limpian por fuera los vasos y los platos, mientras que por dentro siguen sucios con su rapacidad y codicia! ¡Fariseo ciego!, limpia primero por dentro el vaso y así quedará también limpio por fuera”.
Palabra del Señor.
Reflexión
Hoy
tenemos la impresión de “descubrir” a Jesús en un arrebato de mal humor
—realmente alguien le ha hecho sentir molesto—. Jesucristo se siente incómodo
con la falsa religiosidad, las peticiones pomposas y la piedad egoísta. Él ha
notado un vacío de amor, a saber, echa en falta «la justicia, la misericordia y
la fe» tras las acciones superficiales con las que tratan de cumplir la Ley.
Jesús encarna esas cualidades en su persona y ministerio. Él era la justicia,
la misericordia y la fe. Sus acciones, milagros, sanaciones y palabras
rezumaban estos verdaderos fundamentos, que fluyen de su corazón amoroso. Para
Jesucristo no se trataba de una cuestión de “Ley”, sino que era un asunto de
corazón…
Incluso
en las palabras de castigo vemos en Dios un toque de amor, importante para
quienes quieran volver a lo básico: «Se te ha indicado, hombre, qué es lo bueno
y qué exige de ti el Señor: nada más que practicar la justicia, amar la
fidelidad y caminar humildemente con tu Dios». El Papa Francisco dijo: «Un poco
de misericordia hace al mundo menos frío y más justo. Necesitamos comprender
bien esta misericordia de Dios, este Padre misericordioso que tiene tanta
paciencia... Recordemos al profeta Isaías, cuando afirma que, aunque nuestros
pecados fueran rojo escarlata, el Amor de Dios los volverá blancos como la
nieve. Es hermoso, esto de la misericordia».
«¡Purifica
primero por dentro la copa, para que también por fuera quede pura!». ¡Qué cierto
es eso para cada uno de nosotros! Sabemos cómo la limpieza personal nos hace
sentir frescos y vibrantes por dentro y por fuera. Más aun, en el ámbito
espiritual y moral nuestro interior, nuestro espíritu, si está limpio y sano
brillará en buenas obras y acciones que honren a Dios y le rindan un verdadero
homenaje. Fijémonos en el marco más grande del amor, de la justicia y de la fe
y no nos perdamos en menudencias que consumen nuestro tiempo, nos empequeñecen
y nos hacen quisquillosos.
Para la reflexión personal
Las palabras de Jesús no dejan lugar a dudas. No
caben interpretaciones benévolas de las mismas.
a) ¿Cómo
actualizaríamos estas palabras de Jesús?
b) ¿De
qué manera vivimos en nuestras comunidades, parroquias o grupos lo más importante
de la ley: la justicia, la misericordia y la fe? ¿Y personalmente?
c) ¿En
qué medida podríamos sentirnos interpelados por estas palabras de Jesús?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a María su maternal ayuda.
Madre mía: te pido también tu ayuda para que yo
sepa fortalecer mi vida espiritual. Llévame a tu Hijo para adorarlo en la
Sagrada Eucaristía, y llévame a tu Esposo Divino, para que me llene de sus
dones y aspire seriamente a la santidad.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero
Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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