+ En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor,
al comenzar este día y esta semana, me quiero poner en tu presencia y darte
gracias por todo lo que haces por mí. En este momento de oración quiero abrir
mi mente y mi corazón a tu Espíritu, para que la lectura y meditación de tu
Palabra ilumine mi vida y me ayude a seguirte con generosidad.
Del santo Evangelio según san Juan 12, 24-26
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Yo les aseguro que si el grano de trigo sembrado en la tierra no muere, queda infecundo; pero si muere, producirá mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna.
El que quiera servirme, que me siga, para que donde
yo esté, también esté mi servidor. El que me sirve será honrado por mi
Padre".
Palabra del Señor.
Reflexión
Hoy,
la Iglesia nos recuerda que «existe un testimonio de coherencia que todos los
cristianos deben estar dispuestos a dar cada día, incluso a costa de
sufrimientos y de grandes sacrificios» (San Juan Pablo II).
Los
mártires son testimonios inapelables de la santidad de la ley moral: hay
exigencias de amor básicas que no admiten nunca excepciones ni adaptaciones. De
hecho, «en la Nueva Alianza se encuentran numerosos testimonios de seguidores
de Cristo que (...) aceptaron las persecuciones y la muerte antes que hacer el
gesto idolátrico de quemar incienso ante la estatua del Emperador» (San Juan
Pablo II).
En
el ambiente de la Roma del emperador Valeriano, el diácono «san Lorenzo amó a
Cristo en la vida, imitó a Cristo en la muerte» (San Agustín). Y, una vez más,
se ha cumplido que «el que odia su vida en este mundo, la guardará para una
vida eterna» (Jn 12,25). La memoria de san Lorenzo, afortunadamente para
nosotros, quedará perpetuamente como señal de que el seguimiento de Cristo
merece dar la vida, antes que admitir frívolas interpretaciones de su camino.
Para la reflexión personal
a) ¿Es
tu vida expresión de la donación de ti mismo?
b) ¿Eres
una semilla de amor que produce amor?
c) ¿Eres
consciente de que para ser semilla de alegría, la alegría de los trigales, es
necesario el momento de la siembra?
d) ¿Crees
poder decir que has elegido seguir al Señor si después no abrazas la cruz con
él?
e) Cuando
en ti se desencadena la lucha entre el “sí” y el “no”, entre el valor y la
duda, entre la fe y la incredulidad, entre el amor y el egoísmo, ¿te sientes
turbado pensando que estas tentaciones no son propias del que sigue a
Jesús?
Medita
la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar, es
responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre
Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a
María su maternal ayuda.
Madre
mía: el relato del pecado original en la Sagrada Escritura nos
presenta esa caída como consecuencia de la soberbia, del hombre que se quiere
hacer igual a Dios. El demonio, el enemigo de Dios, sólo quiere separar al
hombre de su creador, y su arma es el engaño, deslumbrando con el atractivo de
las cosas del mundo.
Y el
remedio, para sanar esa herida del pecado, fue la humildad de Dios, que se hace
hombre, y la humildad de la creatura, que se reconoce esclava del Señor.
Los
sacerdotes tenemos la misión de arrojar demonios, en nombre de Jesús, pero
necesitamos fe y, sobre todo, la fortaleza de la humildad, para ganar todas las
batallas.
Ayúdanos,
Madre, para que sepamos reconocer nuestra debilidad, reconciliándonos con
Jesús, quien es el que nos da la fuerza.
Amén.
+ En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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