+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor,
hay escenas en el evangelio que son tan sublimes, tan tiernas, tan delicadas,
que solamente han podido salir de Ti. La escena de este evangelio bastaría para
reconocerte como Dios. Una persona humana es incapaz de inventar tanta
grandeza, tanta delicadeza, tanta belleza. Tu mirada no se queda en lo
superficial sino que es capaz de bucear en el fondo del ser humano y descubrir
esa imagen de Dios en lo profundo del corazón. Tú, Señor, eres la mejor escuela
de humanidad.
Del santo Evangelio según san Lucas 7, 36-50
En
aquel tiempo, un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús fue a la casa del
fariseo y se sentó a la mesa. Una mujer de mala vida en aquella ciudad, cuando
supo que Jesús iba a comer ese día en casa del fariseo, tomó consigo un frasco
de alabastro con perfume, fue y se puso detrás de Jesús, y comenzó a llorar, y
con sus lágrimas le bañaba los pies, los enjugó con su cabellera, los besó y
los ungió con el perfume.
Viendo esto, el fariseo que lo había invitado comenzó a pensar: "Si este hombre fuera profeta, sabría qué clase de mujer es la que lo está tocando; sabría que es una pecadora".
Entonces
Jesús le dijo: "Simón, tengo algo que decirte". El fariseo contestó:
"Dímelo, Maestro". Él le dijo: "Dos hombres le debían dinero a
un prestamista. Uno le debía quinientos denarios, y el otro, cincuenta. Como no
tenían con qué pagarle, les perdonó la deuda a los dos. ¿Cuál de ellos lo amará
más?" Simón le respondió: "Supongo que aquel a quien le perdonó
más".
Entonces
Jesús le dijo: "Has juzgado bien". Luego, señalando a la mujer, dijo
a Simón: "¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no me ofreciste agua
para los pies, mientras que ella me los ha bañado con sus lágrimas y me los ha
enjugado con sus cabellos. Tú no me diste el beso de saludo; ella, en cambio,
desde que entró, no ha dejado de besar mis pies. Tú no ungiste con aceite mi
cabeza; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por lo cual, yo te
digo: sus pecados, que son muchos, le han quedado perdonados, porque ha amado
mucho. En cambio, al que poco se le perdona, poco ama". Luego le dijo a la
mujer: "Tus pecados te han quedado perdonados".
Los
invitados empezaron a preguntarse a sí mismos: "¿Quién es éste que hasta
los pecados perdona?" Jesús le dijo a la mujer: "Tu fe te ha salvado;
vete en paz".
Palabra del Señor.
Reflexión
Hoy,
Simón fariseo, invita a comer a Jesús para llamar la atención de la gente. Era
un acto de vanidad, pero el trato que dio a Jesús al recibirlo, no correspondió
ni siquiera a lo más elemental.
Mientras
cenan, una pecadora pública hace un gran acto de humildad: «Poniéndose detrás,
a los pies de Jesús, comenzó a llorar y con sus lágrimas le mojaba los pies y
con los cabellos de su cabeza se los secaba; besaba sus pies y los ungía con el
perfume».
El
fariseo, en cambio, al recibir a Jesús no le dio el beso del saludo, agua para
sus pies, toalla para secarlos, ni le ungió la cabeza con aceite. Además el
fariseo piensa mal: «Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer
es la que le está tocando, pues es una pecadora». ¡De hecho, el que no sabía
con quién trataba era el fariseo!
La
pecadora del Evangelio tocó a Jesús y Él estaba feliz viendo cómo se
transformaba su corazón. Por eso le regaló la paz recompensando su fe valiente.
—Tú, amigo, ¿te acercas con amor para tocar la carne de Cristo en tantos que
pasan junto a ti y te necesitan? Si sabes hacerlo, tu recompensa será la paz
con Dios, con los demás y contigo mismo.
Para la reflexión personal
Jesús pone en relación el amor con el perdón. A más amor,
más perdón, y a más perdón, más amor.
a)
¿Cómo vivimos la experiencia del perdón cristiano?
b)
¿Cómo es nuestro amor en relación con el perdón recibido?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María su maternal ayuda.
Madre
mía: una
manera muy clara de manifestar el amor es obedeciendo, sometiendo la voluntad
al querer divino. Es la obediencia de hijos, no de esclavos. Se obedece por
amor, por agradar al amado, ofreciéndose, entregándose, renunciando a la propia
voluntad.
Tú
dijiste que eres la esclava del Señor. Quiero aprender de ti, y obedecer como
fruto de mi fe, de mi esperanza y, sobre todo, de mi amor. Enséñame.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero
Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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