martes, 15 de septiembre de 2020

Una espada te atravesará el alma.

 

+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

 

Oración inicial

 

Señor, Tú has sido el único que has podido elegir a tu propia madre. Y, lógicamente, la has elegido como Dios: la más bella, la más dulce, la más tierna, la más bondadosa, la más amable, la más misericordiosa. Y, al elegirla, has roto todos nuestros esquemas. No has ido ni a la sabia Grecia ni a la opulenta Roma sino a una aldea insignificante, a Nazaret, a una mujer humilde y sencilla. ¡Tú la miraste! Y, desde entonces, ya no ha sucedido en este mundo nada más bello como esa mirada.

 

Del santo Evangelio según san Lucas 2, 33-35


En aquel tiempo, el padre y la madre del niño estaban admirados de las palabras que les decía Simeón. Él los bendijo, y a María, la madre de Jesús, le anunció: "Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma".

Palabra del Señor.

 

Reflexión

 

Hoy, en la fiesta de Nuestra Señora, la Virgen de los Dolores, escuchamos unas palabras punzantes en boca del anciano Simeón: «¡Y a ti misma una espada te atravesará el alma!». Afirmación que, en su contexto, no apunta únicamente a la pasión de Jesucristo, sino a su ministerio, que provocará una división en el pueblo de Israel, y por lo tanto un dolor interno en María. A lo largo de la vida pública de Jesús, María experimentó el sufrimiento por el hecho de ver a Jesús rechazado por las autoridades del pueblo y amenazado de muerte.

María, como todo discípulo de Jesús, ha de aprender a situar las relaciones familiares en otro contexto. También Ella, por causa del Evangelio, tiene que dejar al Hijo (cf. Mt 19,29), y ha de aprender a no valorar a Cristo según la carne, aun cuando había nacido de Ella según la carne. También Ella ha de crucificar su carne (cf. Ga 5,24) para poder ir transformándose a imagen de Jesucristo. Pero el momento fuerte del sufrimiento de María, en el que Ella vive más intensamente la cruz es el momento de la crucifixión y la muerte de Jesús.

También en el dolor, María es el modelo de perseverancia en la doctrina evangélica al participar en los sufrimientos de Cristo con paciencia (cf. Regla de san Benito, Prólogo 50). Así ha sido durante toda su vida, y, sobre todo, en el momento del Calvario. De esta manera, María se convierte en figura y modelo para todo cristiano. Por haber estado estrechamente unida a la muerte de Cristo, también está unida a su resurrección.

La perseverancia de María en el dolor, realizando la voluntad del Padre, le proporciona una nueva irradiación en bien de la Iglesia y de la Humanidad. María nos precede en el camino de la fe y del seguimiento de Cristo. Y el Espíritu Santo nos conduce a nosotros a participar con Ella en esta gran aventura.

 

Para la reflexión personal

 

María a los pies de la Cruz. Mujer fuerte y silenciosa. ¿Cómo es mi devoción a María, la madre de Jesús?

 

En la Pietà de Miguelangel, María aparece bien joven, más joven que su hijo crucificado, cuando ya tenía que tener como mínimo alrededor de 50 años. Al preguntarle al escultor porqué había esculpido el rostro de María tan joven, Miguel Angel contestó: “Las personas apasionadas por Dios no envejecen nunca”. ¡Apasionada por Dios!

¿Hay en mí esta pasión?

 

Medita la oración hecha canción.

 

https://n9.cl/6iy0

 

ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?

 

Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.

 

Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria

 

Pidámosle a María, nuestra Madre, su maternal ayuda.

 

Madre mía: tú permaneciste de pie, firme, fuerte, entera, porque en ti era la fortaleza, la piedad, la sabiduría, el entendimiento, el consejo, la ciencia; pero, sobre todo, el temor de Dios.

Tus lágrimas se derraman sin cesar, y son preciosas. Tu manto negro enmarca tu rostro hermoso y doloroso, con tu mirada puesta hacia arriba, fija en los ojos de tu Hijo, que está frente a ti, crucificado en una cruz, con el cuerpo inmolado y el rostro desfigurado, pero que tiene su mirada concentrada y fija en los ojos de la creatura que tanto ama, y que permanece a su lado junto a ti, a pesar de que todos lo habían abandonado.

Yo quiero acompañarte, aceptándolo todo, entregando mi vida sin buscar mi propio interés sino el de los demás, y decir sí, para ser la esperanza de aquél que siendo de condición divina no codició ser igual a Dios, sino que, rebajándose, se hizo esclavo y, asumiendo la naturaleza humana, se hizo obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz, para la salvación de todos los hombres y de todas las generaciones, sus amigos y sus enemigos, los que lo habían amado, los que lo habían acompañado, los que lo habían traicionado, los que lo habían despreciado, los que lo habían condenado injustamente, los que lo habían crucificado, los que lo habían abandonado.

Tú sostuviste su entrega en la perseverancia; compadecías su dolor; compartías su fe, su esperanza y su amor; y, teniendo sus mismos sentimientos, compartías también su sed y sus deseos. Te mostraste Madre.

Yo quiero pedirte que te muestres Madre también conmigo.

Amén.

 

+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

 

 

 

Padre José Luis Romero Landeros IJS

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