+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor,
hoy me impresiona mucho esa admiración sobre la ciudad santa: ¡Jerusalén,
Jerusalén! ¡Cuántas historias de fe, cuantos salmos recitados con alegría en el
templo, cuantas experiencias vividas, cuánto anhelo, cuánto mimo, cuánto
ensueño! Y ahora Jerusalén, la esposa amada, se vuelve en contra de Jesús para
matarle. ¡Qué abismo de maldad por parte del hombre y qué abismo de bondad por
parte de Dios!
Del santo Evangelio según san Lucas 13, 31-35
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y le dijeron: "Vete de aquí, porque Herodes quiere matarte". Él les contestó: "Vayan a decirle a ese zorro que seguiré expulsando demonios y haciendo curaciones hoy y mañana, y que al tercer día terminaré mi obra. Sin embargo, hoy, mañana y pasado mañana tengo que seguir mi camino, porque no conviene que un profeta muera fuera de Jerusalén.
¡Jerusalén,
Jerusalén, que matas y apedreas a los profetas que Dios te envía! ¡Cuántas
veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus pollitos bajo
las alas, pero tú no has querido!
Así
pues, la casa de ustedes quedará abandonada. Yo les digo que no me volverán a
ver hasta el día en que digan: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!’
".
Palabra del Señor.
Reflexión
h Hoy
podemos admirar la firmeza de Jesús en el cumplimiento de la misión que le ha
encomendado el Padre del cielo. Él no se va a detener por nada: «Yo expulso
demonios y llevo a cabo curaciones hoy y mañana». Con esta actitud, el Señor
marcó la pauta de conducta que a lo largo de los siglos seguirían los
mensajeros del Evangelio ante las persecuciones: no doblegarse ante el poder
temporal. San Agustín dice que, en tiempo de persecuciones, los pastores no
deben abandonar a los fieles: ni a los que sufrirán el martirio ni a los que
sobrevivirán, como el Buen Pastor, que al ver venir al lobo, no abandona el
rebaño, sino que lo defiende. Pero visto el fervor con que todos los pastores
de la Iglesia se disponían a derramar su sangre, indica que lo mejor será echar
a suertes quiénes de los clérigos se entregarán al martirio y quiénes se
pondrán a salvo para luego cuidarse de los supervivientes.
En
nuestra época, con desgraciada frecuencia, nos llegan noticias de persecuciones
religiosas, violencias tribales o revueltas étnicas en países del Tercer Mundo.
Las embajadas occidentales aconsejan a sus conciudadanos que abandonen la
región y repatríen su personal. Los únicos que permanecen son los misioneros y
las organizaciones de voluntarios, porque les parecería una traición abandonar
a los “suyos” en momentos difíciles.
«¡Jerusalén,
Jerusalén!, la que mata a los profetas y apedrea a los que le son enviados. Este
lamento del Señor produce en nosotros, los cristianos del siglo XXI, una
tristeza especial, debida al sangrante conflicto entre judíos y palestinos.
Para nosotros, esa región del Próximo Oriente es la Tierra Santa, la tierra de
Jesús y de María. Y el clamor por la paz en todos los países debe ser más
intenso y sentido por la paz en Israel y Palestina.
Para la reflexión personal
Jesús ha venido a salvar a todos los hombres, e insta al
esfuerzo por la salvación, a la responsabilidad, a la conversión personal hacia
él.
a)
¿Qué idea tenemos de la salvación?
b)
«No sé de dónde son». ¿Cómo podemos interpretar esta respuesta
dura y desconcertante de Jesús?
c)
¿Cuál es esa puerta estrecha, ese esfuerzo de cambio y conversión
personal que nos está pidiendo el Señor?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María, nuestra Madre, su ayuda.
Madre
nuestra: te
imagino el día de tu asunción al cielo con tu vestido blanco y un enorme manto
azul. Elevada por muchísimos ángeles, que cantan alabanzas llevándote a ti,
como un regalo al cielo.
Después,
eres coronada en oro y piedras preciosas, y llevas tu manto de reina. Un manto
que permanece abierto por tus brazos levantados, abrazando bajo tus pies al
mundo.
Tú
proteges a todos tus hijos bajo tus alas, y pienso que nos cuidas más a tus
hijos predilectos, tus sacerdotes, porque sabes que somos pastores, y debemos
reunir a todo el rebaño. Ayúdanos, Madre.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero
Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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