+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor,
hoy la parábola que nos trae el evangelio es una llamada a trabajar, a no ser
ociosos, a no ser una carga para los demás, a no vivir del cuento, a no ser un
parásito para la sociedad. San Pablo lo diría más claro: “El que no quiere
trabajar no tiene derecho a comer”. Pero también nos llama a ser responsables,
a aprovechar el tiempo, a prepararnos para presentarnos ante el Señor con los
deberes hechos.
Del santo Evangelio según san Lucas 19, 11-28
En
aquel tiempo, como ya se acercaba Jesús a Jerusalén y la gente pensaba que el
Reino de Dios iba a manifestarse de un momento a otro, él les dijo esta
parábola: "Había un hombre de la nobleza que se fue a un país lejano para
ser nombrado rey y volver como tal. Antes de irse, mandó llamar a diez
empleados suyos, les entregó una moneda de mucho valor a cada uno y les dijo:
‘Inviertan este dinero mientras regreso’.
Pero sus compatriotas lo aborrecían y enviaron detrás de él a unos delegados que dijeran: ‘No queremos que éste sea nuestro rey’. Pero fue nombrado rey, y cuando regresó a su país, mandó llamar a los empleados a quienes había entregado el dinero, para saber cuánto había ganado cada uno. Se presentó el primero y le dijo: `Señor, tu moneda ha producido otras diez monedas’. Él le contestó: ‘Muy bien. Eres un buen empleado. Puesto que has sido fiel en una cosa pequeña, serás gobernador de diez ciudades’.
Se
presentó el segundo y le dijo: ‘Señor, tu moneda ha producido otras cinco
monedas’. Y el señor le respondió: ‘Tú serás gobernador de cinco ciudades’.
Se
presentó el tercero y le dijo: ‘Señor, aquí está tu moneda. La he tenido
guardada en un pañuelo, pues te tuve miedo, porque eres un hombre exigente, que
reclama lo que no ha invertido y cosecha lo que no ha sembrado’. El señor le
contestó: ‘Eres un mal empleado. Por tu propia boca te condeno. Tú sabías que
yo soy un hombre exigente, que reclamo lo que no he invertido y que cosecho lo
que no he sembrado, ¿por qué, pues, no pusiste mi dinero en el banco para que
yo, al volver, lo hubiera recobrado con intereses?’.
Después
les dijo a los presentes: ‘Quítenle a éste la moneda y dénsela al que tiene
diez’. Le respondieron: ‘Señor, ya tiene diez monedas’. Él les dijo: ‘Les
aseguro que a todo el que tenga se le dará con abundancia, y al que no tenga,
aun lo que tiene se le quitará. En cuanto a mis enemigos, que no querían
tenerme como rey, tráiganlos aquí y mátenlos en mi presencia’ ". Dicho
esto, Jesús prosiguió su camino hacia Jerusalén al frente de sus discípulos.
Palabra del Señor.
Reflexión
h
Hoy, el Evangelio nos propone la
parábola de las minas: una cantidad de dinero que aquel noble repartió entre
sus siervos, antes de marchar de viaje. Primero, fijémonos en la ocasión que
provoca la parábola de Jesús. Él iba “subiendo” a Jerusalén, donde le esperaba
la pasión y la consiguiente resurrección. Los discípulos «creían que el Reino
de Dios aparecería de un momento a otro». Es en estas circunstancias cuando
Jesús propone esta parábola. Con ella, Jesús nos enseña que hemos de hacer
rendir los dones y cualidades que Él nos ha dado, mejor dicho, que nos ha
dejado a cada uno. No son “nuestros” de manera que podamos hacer con ellos lo
que queramos. Él nos los ha dejado para que los hagamos rendir. Quienes han
hecho rendir las minas —más o menos— son alabados y premiados por su Señor. Es
el siervo perezoso, que guardó el dinero en un pañuelo sin hacerlo rendir, el
que es reprendido y condenado.
El
cristiano, pues, ha de esperar el regreso de su Señor, Jesús. Pero con dos
condiciones, si se quiere que el encuentro sea amistoso. La primera es que
aleje la curiosidad malsana de querer saber la hora de la solemne y victoriosa
vuelta del Señor. Vendrá, dice en otro lugar, cuando menos lo pensemos. ¡Fuera,
por tanto, especulaciones sobre esto! Esperamos con esperanza, pero en una
espera confiada sin malsana curiosidad. La segunda es que no perdamos el
tiempo. La espera del encuentro y del final gozoso no puede ser excusa para no
tomarnos en serio el momento presente. Precisamente, porque la alegría y el
gozo del encuentro final será tanto mejor cuanto mayor sea la aportación que
cada uno haya hecho por la causa del reino en la vida presente.
Para la reflexión personal
a)
¿Qué es para cada uno de nosotros «guardar el dinero en un
pañuelo»?
b)
¿Qué llamadas nos hace hoy el Señor para hacer fructificar nuestro
«dinero»?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María, nuestra Madre, su ayuda.
Madre
mía: tú
eres nuestra abogada, y estarás presente el día de nuestro Juicio particular.
Sé que nos quieres a todos tus hijos en el cielo, y por eso nos ayudas, ya
desde ahora, para conseguir la vida eterna.
Tú
eres Madre de la Iglesia, el Cuerpo de Cristo, del que formamos parte todos los
bautizados, y con el que estamos configurados tus hijos sacerdotes.
Ayúdame,
Madre, a rendir los talentos que he recibido, a corresponder al amor de
predilección que ha tenido Dios conmigo, por haber recibido los sacramentos del
Bautismo y del Orden Sagrado, y todas las demás gracias que de ellos se
derivan.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero
Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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