+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor,
hoy vengo a la oración y lo primero que quiero pedirte es que me enseñes a
orar. Los judíos rezan mirando a Jerusalén; los musulmanes, mirando a la Meca.
Y nosotros, los cristianos, ¿hacia dónde tenemos que mirar? Tú, Señor, mirabas
al cielo, donde estaba tu Padre Dios. El Padre era tu comida, tu bebida, tu
obsesión. No le llamabas Yahvé, sino Abbá-Papá. El día en que nos enseñaste a
orar de esa manera fue el día más bonito de nuestra historia humana. Se acabó
para siempre el Dios del miedo y apareció entre nosotros el Dios de la ternura.
Del santo Evangelio según san Lucas 21, 5-11
En
aquel tiempo, como algunos ponderaban la solidez de la construcción del templo
y la belleza de las ofrendas votivas que lo adornaban, Jesús dijo: "Días
vendrán en que no quedará piedra sobre piedra de todo esto que están admirando;
todo será destruido".
Entonces le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo va a ocurrir esto y cuál será la señal de que ya está a punto de suceder?".
Él
les respondió: "Cuídense de que nadie los engañe, porque muchos vendrán
usurpando mi nombre y dirán: ‘Yo soy el Mesías. El tiempo ha llegado’. Pero no
les hagan caso. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, que no los
domine el pánico, porque eso tiene que acontecer, pero todavía no es el
fin".
Luego
les dijo: "Se levantará una nación contra otra y un reino contra otro. En
diferentes lugares habrá grandes terremotos, epidemias y hambre, y aparecerán
en el cielo señales prodigiosas y terribles".
Palabra del Señor.
Reflexión
h
Hoy, último día del tiempo
ordinario, Jesús nos advierte con meridiana claridad sobre la suerte de nuestro
paso por esta vida. Si nos empeñamos, obstinadamente, en vivir absortos por la
inmediatez de los afanes de la vida, llegará el último día de nuestra
existencia terrena tan de repente que la misma ceguera de nuestra glotonería
nos impedirá reconocer al mismísimo Dios, que vendrá (porque aquí estamos de
paso, ¿lo sabías?) para llevarnos a la intimidad de su Amor infinito. Será algo
así como lo que le ocurre a un niño malcriado: tan entretenido está con “sus”
juguetes, que al final olvida el cariño de sus padres y la compañía de sus
amigos. Cuando se da cuenta, llora desconsolado por su inesperada soledad.
El
antídoto que nos ofrece Jesús es igualmente claro: «Estén en vela, pues, orando
en todo tiempo». Vigilar y orar... El mismo aviso que les dio a sus Apóstoles
la noche en que fue traicionado. La oración tiene un componente admirable de profecía,
muchas veces olvidado en la predicación, es decir, de pasar del mero “ver” al
“mirar” la cotidianeidad en su más profunda realidad. Los clásicos de la
espiritualidad lo llaman “visión sobrenatural”, mirar con los ojos de Dios. O
lo que es lo mismo, conocer la Verdad: de Dios, del mundo, de mí mismo. Los
profetas fueron, no sólo los que “predecían lo que iba a venir”, sino también
los que sabían interpretar el presente en su justa medida, alcance y densidad.
Resultado: supieron reconducir la historia, con la ayuda de Dios.
Tantas
veces nos lamentamos de la situación del mundo. —¿Adónde iremos a parar?,
decimos. Hoy, que es el último día del tiempo ordinario, es día también de
resoluciones definitivas. Quizás ya va siendo hora de que alguien más esté
dispuesto a levantarse de su embriaguez de presente y se ponga manos a la obra
de un futuro mejor. ¿Quieres ser tú? Pues, ¡ánimo!, y que Dios te bendiga.
Para la reflexión personal
a)
¿Qué mensaje contiene para cada uno de nosotros la invitación de
Jesús: «Velen y oren»?
b)
¿En qué medida las preocupaciones de nuestra vida nos dejan
espacio para dedicarlo a Dios? ¿Y a los demás?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María, nuestra Madre, su ayuda.
Madre
nuestra: confiamos
en ti, aceptamos tu compañía, porque la necesitamos.
Nosotros
debemos ser santos, para que seamos ejemplo y podamos así guiar a las almas.
Pedimos
tu auxilio, para que seas la fortaleza en nuestra debilidad y fragilidad.
Tú
eres nuestra esperanza, porque eres fuente de luz.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero
Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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