+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor,
hoy tu evangelio es fuerte, exigente. La adhesión a tu persona está por encima
del amor a los padres, los hermanos y hasta de uno mismo. Yo lo acepto, Señor,
pero te pido que me ayudes, que me des fuerza para cumplir lo que me exiges. Yo
sé que” tu yugo es suave y tu carga es ligera”.
Del santo Evangelio según san Lucas 14, 25-33
En
aquel tiempo, caminaba con Jesús una gran muchedumbre y él, volviéndose a sus
discípulos, les dijo:
"Si alguno quiere seguirme y no me prefiere a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, más aún, a sí mismo, no puede ser mi discípulo. Y el que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.
Porque,
¿quién de ustedes, si quiere construir una torre, no se pone primero a calcular
el costo, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que, después de haber
echado los cimientos, no pueda acabarla y todos los que se enteren comiencen a
burlarse de él, diciendo: ‘Este hombre comenzó a construir y no pudo terminar’.
¿O
qué rey que va a combatir a otro rey, no se pone primero a considerar si será
capaz de salir con diez mil soldados al encuentro del que viene contra él con
veinte mil? Porque si no, cuando el otro esté aún lejos, le enviará una
embajada para proponerle las condiciones de paz.
Así
pues, cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi
discípulo".
Palabra del Señor.
Reflexión
h Hoy
contemplamos a Jesús en camino hacia Jerusalén. Allí entregará su vida para la
salvación del mundo. «En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús»: los
discípulos, al andar con Jesús que les precede, deben aprender a ser hombres
nuevos. Ésta es la finalidad de las instrucciones que el Señor expone y propone
a quienes le siguen en su ascensión a la “Ciudad de la paz”.
Discípulo
significa “seguidor”. Seguir las huellas del Maestro, ser como Él, pensar como
Él, vivir como Él... El discípulo convive con el Maestro y le acompaña. El
Señor enseña con hechos y palabras. Han visto claramente la actitud de Cristo
entre el Absoluto y lo relativo. Han oído de su boca muchas veces que Dios es
el primer valor de la existencia. Han admirado la relación entre Jesús y el
Padre celestial. Han visto la dignidad y la confianza con la que oraba al
Padre. Han admirado su pobreza radical.
Hoy
el Señor nos habla en términos claros. El auténtico discípulo ha de amar con
todo su corazón y toda su alma a nuestro Señor Jesucristo, por encima de todo vínculo,
incluso del más íntimo: «Si alguno viene conmigo y no pospone (…) incluso a sí
mismo, no puede ser discípulo mío». Él ocupa el primer lugar en la vida del
seguidor. Dice san Agustín: «Respondamos al padre y a la madre: ‘Yo te amo en Cristo,
no en lugar de Cristo’». El seguimiento precede incluso al amor por la propia
vida. Seguir a Jesús, al fin y al cabo, comporta abrazar la cruz. Sin cruz no
hay discípulo.
La
llamada evangélica exhorta a la prudencia, es decir, a la virtud que dirige la
actuación adecuada. Quien quiere construir una torre debe calcular si podrá
afrontar el presupuesto. El rey que ha de combatir decide si va a la guerra o
pide la paz después de considerar el número de soldados de que dispone. Quien
quiere ser discípulo del Señor ha de renunciar a todos sus bienes. ¡La renuncia
será la mejor apuesta!
Para la reflexión personal
a)
¿Cuál de estas tres renuncias (familia, uno mismo, bienes) nos
parece más difícil de cumplir en nuestras vidas?
b)
¿Por qué pensamos que Jesús nos pide esa disponibilidad total?
c)
Con estas condiciones, ¿hasta qué punto merece la pena ser
discípulo de Jesús?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María, nuestra Madre, su ayuda.
Madre
mía: yo
he renunciado a todo, he cargado mi cruz y he ido detrás de tu Hijo, para ser
su discípulo. También, como Él, necesito tu compañía, tu cercanía, tu fortaleza
y tu amor, para llevar mi cruz con alegría.
Quiero
llegar hasta el final. Ayúdame a perseverar en la prueba, a pesar de mi
fragilidad, a pesar de mi pequeñez.
Quédate
conmigo Madre, y acompáñame, para permanecer fiel a los pies de la cruz, a los
pies de Jesús.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero
Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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