+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
“El
Señor viene, viene a nuestra vida como Libertador, viene a librarnos de todas
las esclavitudes exteriores e interiores. Es Él quien nos indica el camino de
la fidelidad, de la paciencia y de la perseverancia, porque a su llegada,
nuestra alegría será plena. Dios ha entrado en la historia para liberarnos de
la esclavitud del pecado, ha puesto su tienda en medio de nosotros, para
compartir nuestra existencia, curar nuestras llagas, vendar nuestras heridas y
donarnos vida nueva. La alegría es el fruto de esta intervención de salvación y
de amor de Dios”.
Del santo Evangelio según san Marcos 1, 1-8
Éste
es el principio del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. En el libro del
profeta Isaías está escrito:
He aquí que yo envío a mi mensajero delante de ti, a preparar tu camino. Voz del que clama en el desierto: “Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos”.
En
cumplimiento de esto, apareció en el desierto Juan el Bautista predicando un
bautismo de conversión, para el perdón de los pecados. A él acudían de toda la
comarca de Judea y muchos habitantes de Jerusalén; reconocían sus pecados y él
los bautizaba en el Jordán.
Juan
usaba un vestido de pelo de camello, ceñido con un cinturón de cuero y se
alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Proclamaba: “Ya viene detrás de mí
uno que es más poderoso que yo, uno ante quien no merezco ni siquiera
inclinarme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a
ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo”.
Palabra del Señor.
Reflexión
h
Hoy, nos encontramos ante Juan el Bautista cuando prepara el escenario para la
llegada de Jesús.
Algunos
creían que Juan era el verdadero Mesías. Pues hablaba como los antiguos
profetas, diciendo que el hombre ha de salir del pecado para huir del castigo y
retornar hacia Dios a fin de encontrar su misericordia. Pero éste es un mensaje
para todos los tiempos y todos los lugares, y Juan lo proclamaba con urgencia.
Así, sucedió que una riada de gente, de Jerusalén y de toda Judea, inundó el
desierto de Juan para escuchar su predicación.
¿Cómo
es que Juan atraía a tantos hombres y mujeres? Ciertamente, denunciaba a
Herodes y a los líderes religiosos, un acto de valor que fascinaba a la gente
del pueblo. Pero, al mismo tiempo, no se ahorraba palabras fuertes para todos
ellos: porque ellos también eran pecadores y debían arrepentirse. Y, al
confesar sus pecados, los bautizaba en el río Jordán. Por eso, Juan Bautista
los fascinaba, porque entendían el mensaje del auténtico arrepentimiento que
les quería transmitir. Un arrepentimiento que era algo más que una confesión
del pecado —en sí misma, ¡un gran paso hacia delante y, de hecho, muy bonito!
Pero, también, un arrepentimiento basado en la creencia de que sólo Dios puede,
a la vez, perdonar y borrar, cancelar la deuda y barrer los restos de mi
espíritu, enderezar mis rutas morales, tan deshonestas.
¿Estamos
preparados, durante este Adviento, para enderezar los caminos para nuestro
Señor? ¿Puedo convertir este tiempo en un tiempo para una confesión más
auténtica, más penetrante en mi vida? Juan pedía sinceridad —sinceridad con uno
mismo— a la vez que abandono en la misericordia Divina. Al hacerlo, ayudaba al
pueblo a vivir para Dios, a entender que vivir es cuestión de luchar por abrir
los caminos de la virtud y dejar que la gracia de Dios vivificara su espíritu
con su alegría.
Para la reflexión personal
a) ¿Qué
aspectos de la fe podríamos ejercitar para hacer florecer el desierto de
nuestras vidas?
b) ¿Cómo
describiríamos nuestro encuentro personal con Dios en el desierto de la vida?
c) ¿Cuáles
son las acciones concretas con las que podemos ayudar a los demás para que
florezcan sus desiertos?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María, nuestra Madre, su ayuda.
Madre
nuestra: Juan
sentía su indignidad, pero Jesús dijo que era la antorcha que ardía y
alumbraba, y todos quisieron alegrarse por un momento con su luz.
Era
la luz de Cristo, que iluminaba sus corazones. ¿Cómo puedo yo también ser esa
antorcha de luz ante los hombres?
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero
Landeros IJS
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