+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
En el bautismo de
inmersión, tal como
era costumbre hacerlo en las primeras comunidades cristianas, el que se
bautizaba se sumergía en el agua para simbolizar la sepultura de Jesús y el
emerger del agua era signo de Cristo Resucitado. Nuestros pecados quedan
sepultados en Cristo y renacemos a una vida nueva de resucitados. De cualquier
manera bautizarse significa “darse un baño”. A veces nos pasamos todo el día en
un Museo y nos damos “un baño de arte”. Otro día nos entusiasmamos oyendo
bellas sinfonías. Y nos damos “un baño de música”. ¿Y no pensamos que un día
nos dieron un precioso “baño de
Dios”? De Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. De Dios que es
Comunión, Hogar, Familia, “Éxtasis de amor”. No olvidemos el día más bonito de
nuestra vida.
Del santo Evangelio según san Marcos 1, 7-11
En aquel tiempo, Juan predicaba diciendo: "Ya viene detrás de mí uno que es más poderoso que yo, uno ante quien no merezco ni siquiera inclinarme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo". Por esos días, vino Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Al salir Jesús del agua, vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en figura de paloma, descendía sobre él. Se oyó entonces una voz del cielo que decía:
"Tú
eres mi Hijo amado; yo tengo en ti mis complacencias".
Palabra del Señor.
Reflexión
h
Hoy, solemnidad del Bautismo del
Señor, termina el ciclo de las fiestas de Navidad. Dice el Evangelio que Juan
se había presentado en el desierto y «predicaba un bautismo de conversión para
el perdón de los pecados». La gente iba a escucharlo, confesaban sus pecados y
se hacían bautizar por él en el río Jordán. Y entre aquellas gentes se presentó
también Jesús para ser bautizado.
En
las fiestas de Navidad hemos visto como Jesús se manifestaba a los pastores y a
los magos que, llegando desde Oriente, lo adoraron y le ofrecieron sus dones.
De hecho, la venida de Jesús al mundo es para manifestar el amor de Dios que
nos salva.
Y
allí, en el Jordán, se produjo una nueva manifestación de la divinidad de
Jesús: el cielo se abrió y el Espíritu Santo, en forma de paloma descendía
hacia Él y se oyó la voz del Padre: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco».
Es el Padre del cielo en este caso y el Espíritu Santo quienes lo manifiestan.
Es Dios mismo que nos revela quién es Jesús, su Hijo amado.
Pero
no era una revelación sólo para Juan y los judíos. Era también para nosotros.
El mismo Jesús, el Hijo amado del Padre, manifestado a los judíos en el Jordán,
se manifiesta continuamente a nosotros cada día. En la Iglesia, en la oración,
en los hermanos, en el Bautismo que hemos recibido y que nos ha hecho hijos del
mismo Padre.
Preguntémonos,
pues: —¿Reconozco su presencia, su amor en mi vida? —¿Vivo una verdadera
relación de amor filial con Dios? Dice el Papa Francisco: «Lo que Dios quiere
del hombre es una relación “papá-hijo”, acariciarlo, y le dice: ‘Yo estoy
contigo’».
También
a nosotros el Padre del cielo, en medio de nuestras luchas y dificultades, nos
dice: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco».
Para la reflexión personal
En la vida es muy
importante que cada uno sepamos cuál es nuestra misión.
a) ¿Hemos
descubierto cuál es nuestro lugar, el servicio en el seno de la comunidad
cristiana?
b)
c) ¿Cómo
explicaríamos que Dios mismo pronuncie esas palabras y no otras sobre Jesús el
día de su bautismo?
d) Dios
se ha acercado en su Hijo a compartir nuestra vida. ¿Dónde o cómo sentimos
cercana la presencia de Dios?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María, nuestra Madre, su ayuda.
Madre
mía: tu
maternidad divina quedó manifiesta cuando se escuchó aquella voz del cielo
reconociendo a Jesús como el Hijo de Dios.
Y
tú el día de mi ordenación sacerdotal me miraste a mí con amor de predilección.
Te
pido que me sigas ayudando para ejercer muy bien mi ministerio, de manera
particular para celebrar dignamente los santos sacramentos, fuentes de gracia,
que son las huellas de tu Hijo en la tierra.
Ayúdame
para que el Padre también tenga en mí sus complacencias.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero
Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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