+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor,
en este rato de oración contigo quiero que me des la fe de esta mujer cananea,
la fe de una mujer que nunca ha estado en el templo de Jerusalén, ni sabe nada
de los libros de la Biblia. Una mujer que pone su corazón y todo su ser en la
plegaria; una mujer que ha rezado poniendo delante de ti su vida desgarrada por
el dolor de su hija gravemente enferma. Dame, Señor, la gracia de rezar así,
poniendo mi vida rota y maltrecha delante de ti.
Del santo Evangelio según san Marcos 7, 24-30
En
aquel tiempo, Jesús salió de Genesaret y se fue a la región donde se encuentra
Tiro. Entró en una casa, pues no quería que nadie se enterara de que estaba
ahí, pero no pudo pasar inadvertido. Una mujer, que tenía una niña poseída por
un espíritu impuro, se enteró enseguida, fue a buscarlo y se postró a sus pies.
Cuando aquella mujer, una siria de Fenicia y pagana, le rogaba a Jesús que le sacara el demonio a su hija, él le respondió: "Deja que coman primero los hijos. No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos". La mujer le replicó: "Sí, Señor; pero también es cierto que los perritos, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños".
Entonces
Jesús le contestó: "Anda, vete; por eso que has dicho, el demonio ha
salido ya de tu hija". Al llegar a su casa, la mujer encontró a su hija
recostada en la cama, y ya el demonio había salido de ella.
Palabra del Señor.
Reflexión
h
Hoy se nos muestra la fe de una
mujer que no pertenecía al pueblo elegido, pero que tenía la confianza en que
Jesús podía curar a su hija. En efecto, aquella madre «era pagana, sirofenicia
de nacimiento, y le rogaba que expulsara de su hija al demonio». El dolor y el
amor le llevan a pedir con insistencia, sin tener en cuenta ni desprecios, ni
retrasos, ni indignidad. Y consigue lo que pide, pues «volvió a su casa y
encontró que la niña estaba echada en la cama y que el demonio se había ido».
San
Agustín decía que muchos no consiguen lo que piden pues son «aut mali, aut male, aut mala». O son
malos y lo primero que tendrían que pedir es ser buenos; o piden malamente, sin
insistencia, en lugar de hacerlo con paciencia, con humildad, con fe y por
amor; o piden malas cosas que si se recibiesen harían daño al alma o al cuerpo
o a los demás. Hay que esforzarse, pues, por pedir bien. La mujer sirofenicia
es buena madre, pide bien («vino y se postró a sus pies») y pide algo bueno
(«que expulsara de su hija al demonio»).
El
Señor nos mueve a usar perseverantemente la oración de petición. Ciertamente,
existen otros tipos de plegaria —la adoración, la expiación, la oración de
agradecimiento—, pero Jesús insiste en que nosotros frecuentemos mucho la
oración de petición.
¿Por
qué? Muchos podrían ser los motivos: porque necesitamos la ayuda de Dios para
alcanzar nuestro fin; porque expresa esperanza y amor; porque es un clamor de
fe. Pero existe uno que quizá sea poco tenido en cuenta: Dios quiere que las
cosas sean un poco como nosotros queremos. De este modo, nuestra petición —que
es un acto libre— unida a la libertad omnipotente de Dios, hace que el mundo
sea como Dios quiere y algo como nosotros queremos. ¡Es maravilloso el poder de
la oración!
Para la reflexión personal
Con el episodio de la mujer sirofenicia, el evangelista
resalta la idea de la salvación universal que nos ofrece Jesús y la fe de dicha
mujer.
a)
¿Qué nos llama la atención de la
actitud de Jesús con la mujer pagana?
b)
¿Cómo es nuestra relación con
aquellos que están más alejados de la fe o que pertenecen a otras religiones?
c)
Siguiendo el ejemplo de la mujer
sirofenicia, ¿cómo es nuestra fe? ¿Somos perseverantes y constantes?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María, nuestra Madre, su ayuda.
Madre
mía, Virgen Inmaculada: los relatos
de tus apariciones en Lourdes nos hablan de tu amor de Madre, de la importancia
de tomar la cruz de cada día, de la oración y del Santo Rosario, de rosas y de
misericordia por los pecadores, de la salud del cuerpo y del alma, de pobreza y
de humildad. Es muy conocida la devoción de los peregrinos de beber del agua de
la gruta, pidiéndote su curación.
Madre,
te agradezco tus cuidados maternos, enséñame el camino para llegar, con tu
ayuda, más fácilmente a Jesús, y dame la salud de cuerpo y alma, para servir
fielmente a tu hijo.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero
Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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