+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Quien
conoce el Antiguo Testamento, advierte que esta parábola recoge una comparación
de Ezequiel modificándola radicalmente. Este profeta se dirige a los judíos de
su tiempo, desanimados por tantas desgracias políticas, económicas y
religiosas. Para infundirles esperanza, compara al pueblo con un árbol. Pero no
con el modesto arbolito de la mostaza, sino con un majestuoso cedro, del que
Dios arranca un esqueje para plantarlo «en un monte elevado, en la montaña más
alta de Israel». Todo es grandioso en Ezequiel; en el evangelio, todo es
modesto. Pero el resultado es el mismo: en ambos árboles pueden anidar los
pájaros. La comparación de Ezequiel recuerda la imagen de una iglesia universal
dominante, grandiosa, respetada y admirada por todos. La de Jesús, una
comunidad modesta, sin grandes pretensiones, pero alegre de poder acoger a
quien la necesite.
Del santo Evangelio según san Marcos 4, 26-34
En
aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: "El Reino de Dios se parece a lo
que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las
noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la
tierra, por sí sola, va produciendo el fruto: primero los tallos, luego las
espigas y después los granos en las espigas. Y cuando ya están maduros los
granos, el hombre echa mano de la hoz, pues ha llegado el tiempo de la
cosecha".
Les dijo también: "¿Con qué compararemos el Reino de Dios? ¿Con qué parábola lo podremos representar? Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra".
Y
con otras muchas parábolas semejantes les estuvo exponiendo su mensaje, de
acuerdo con lo que ellos podían entender. Y no les hablaba sino en parábolas;
pero a sus discípulos les explicaba todo en privado.
Palabra del Señor.
Reflexión
h
Hoy, Jesús nos ofrece dos imágenes de gran
intensidad espiritual: la parábola del crecimiento de la semilla y la parábola
del grano de mostaza. Son imágenes de la vida ordinaria que resultaban
familiares a los hombres y mujeres que le escuchan, acostumbrados como estaban
a sembrar, regar y cosechar. Jesús utiliza algo que les era conocido —la
agricultura— para ilustrarles sobre algo que no les era tan conocido: el Reino
de Dios.
Efectivamente, el
Señor les revela algo de su reino espiritual. En la primera parábola les dice:
«El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra». E
introduce la segunda diciendo: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios (…)? Es
como un grano de mostaza».
La mayor parte de
nosotros tenemos ya poco en común con los hombres y mujeres del tiempo de Jesús
y, sin embargo, estas parábolas siguen resonando en nuestras mentes modernas,
porque detrás del sembrar la semilla, del regar y cosechar, intuimos lo que
Jesús nos está diciendo: Dios ha injertado algo divino en nuestros corazones
humanos.
¿Qué es el Reino de
Dios? «Es Jesús mismo», nos recuerda Benedicto XVI. Y nuestra alma «es el lugar
esencial donde se encuentra el Reino de Dios». ¡Dios quiere vivir y crecer en
nuestro interior! Busquemos la sabiduría de Dios y obedezcamos sus
insinuaciones interiores; si lo hacemos, entonces nuestra vida adquirirá una
fuerza e intensidad difíciles de imaginar.
Si correspondemos
pacientemente a su gracia, su vida divina crecerá en nuestra alma como la
semilla crece en el campo, tal como el místico medieval Meister Eckhart expresó
bellamente: «La semilla de Dios está en nosotros. Si el agricultor es
inteligente y trabajador, crecerá para ser Dios, cuya semilla es; sus frutos
serán de la naturaleza de Dios. La semilla de la pera se vuelve árbol de pera;
la semilla de la nuez, árbol de nuez; la semilla de Dios se vuelve Dios».
Para la reflexión personal
a) ¿La
vida del corazón, que María traza con tanta claridad ante mí, hoy, me parece
que se puede recorrer?
b) ¿Deseo
empeñarme en este desafío, conmigo mismo, con el ambiente que me circunda,
quizá con quien vive más cerca de mí?
c) ¿Estoy
dispuesto a optar por descender un poco más en profundidad, para aprender a
“custodiar a través de”, es decir, hasta el fondo, conmigo mismo totalmente?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María, nuestra Madre, su ayuda.
Madre
mía: yo
quiero dar fruto abundante, para entregarlo a tu Hijo cuando me pida cuentas.
Muéstrame cuál es el camino que debo recorrer para dar ese fruto.
Madre
de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi
alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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