viernes, 4 de junio de 2021

La multitud los escuchaba con agrado.

 + En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

 

Oración inicial

Señor, yo quiero darte gracias porque Tú me caes muy bien y te siento muy cercano. Esos personajes famosos que tanto interesaban a los escribas y fariseos de entonces: un David… un Salomón,… ¡Qué lejos me caen! En cambio, Tú estás ahí, estás cerca, te siento a mi lado y, cuando entras a mí en la comunión, hasta te puedo tocar… Por eso, en este encuentro contigo, te quiero agradecer esa presencia tuya tan cercana, tan intensa, tan gratificante, tan arrolladora.

 

Del santo Evangelio según san Marcos 12, 35-37


Un día, mientras enseñaba en el templo, Jesús preguntó: “¿Cómo pueden decir los escribas que el Mesías es hijo de David? El mismo David, inspirado por el Espíritu Santo, ha declarado: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mí derecha y yo haré de tus enemigos el estrado donde pongas los pies.

Si el mismo David lo llama ‘Señor’, ¿Cómo puede ser hijo suyo?”.

La multitud que lo rodeaba, que era mucha, lo escuchaba con agrado.

Palabra del Señor.

 

 

Reflexión

h Hoy, el judaísmo aún sabe que el Mesías ha de ser “hijo de David” y debe inaugurar una nueva era del reinado de Dios. Los cristianos “sabemos” que el Mesías Hijo de David es Jesucristo, y que este reino ha empezado ya incoativamente —como semilla que nace y crece— y se hará realidad visible y radiante cuando Jesús vuelva al final de los tiempos. Pero ahora ya Jesús es el Hijo de David y nos permite vivir “en esperanza” los bienes del reino mesiánico.

El título “Hijo de David” aplicado a Jesucristo forma parte de la médula del Evangelio. En la Anunciación, la Virgen recibió este mensaje: «El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la estirpe de Jacob por siempre». Los pobres que pedían la curación a Jesús, clamaban: «¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!». En su entrada solemne en Jerusalén, Jesús fue aclamado: «¡Bendito el reino que viene, el de nuestro padre David!». El antiquísimo libro de la Didakhé agradece a Dios «la viña santa de David, tu siervo, que nos has dado a conocer por medio de Jesús, tu siervo».

Pero Jesús no es sólo hijo de David, sino también Señor. Jesús lo afirma solemnemente al citar el Salmo davídico 110, cita incomprensible para los judíos: pues resulta imposible que el hijo de David sea “Señor” de su padre. San Pedro, testigo de la resurrección de Jesús, vio claramente que Jesús había sido constituido “Señor de David”, porque «David murió y fue sepultado, y su sepulcro aún se conserva entre nosotros (…). A este Jesús Dios lo ha resucitado, y de ello somos testigos todos nosotros».

Jesucristo, «nacido, en cuanto hombre, de la estirpe de David y constituido por su resurrección de entre los muertos Hijo poderoso de Dios», como dice san Pablo, se ha convertido en el foco que atrae el corazón de todos los hombres, y así, mediante su atracción suave, ejerce su señorío sobre todos los hombres que se dirigen a Él con amor y confianza.

 

Para la reflexión personal

 

Algunos aún dicen hoy que Jesús fue un hombre maravilloso.

Excepcional, sí, pero solo hombre. Nosotros confesamos a Jesús como verdadero Dios y verdadero hombre.

 

a)     ¿Qué opiniones conocemos que tiene la gente hoy sobre Jesús?

 

b)    Cuando escuchamos la enseñanza de Jesús, ¿nos agrada siempre o a veces nos incomoda?

 

c)    ¿Qué dificultades encontramos para comprender a Jesús como Hijo de Dios y no solo como alguien excepcional?

 

 

Medita la oración hecha canción.

 

https://n9.cl/ty3hr

 

 

ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?

 

Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.

 

Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria

 

 

Pidámosle a Santa María, nuestra Madre, su ayuda.

Madre mía: Jesús dice: “enamoren a los hombres de mi amor, porque el hombre enamorado es capaz de dejarlo todo, y morir por ese amor”. Tú mejor que nadie eres testigo de su amor, aprendiste del amor de Dios. También tú, como esa multitud, lo escuchabas con agrado. Tu entrega fue total, como la de Él, pero con amor de Madre.

Amar a Dios debe manifestarse con obras, y eso implica también evitar cualquier ofensa. Primero, convertirnos, y luego, entregarle nuestra voluntad y amarlo con obras.

Amén.

 

+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

 

 

Padre José Luis Romero Landeros IJS

 

 

Referencias:

Espada de dos filos.

Mi vida en Xto.

La oración nuestra de cada día.

Jóvenes católicos.

Ocarm.

Rezandovoy

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