+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor,
yo quiero darte gracias porque Tú me caes muy bien y te siento muy cercano.
Esos personajes famosos que tanto interesaban a los escribas y fariseos de
entonces: un David… un Salomón,… ¡Qué lejos me caen! En cambio, Tú estás ahí,
estás cerca, te siento a mi lado y, cuando entras a mí en la comunión, hasta te
puedo tocar… Por eso, en este encuentro contigo, te quiero agradecer esa
presencia tuya tan cercana, tan intensa, tan gratificante, tan arrolladora.
Del santo Evangelio según san Marcos 12, 35-37
Un día, mientras enseñaba en el templo, Jesús preguntó: “¿Cómo pueden decir los escribas que el Mesías es hijo de David? El mismo David, inspirado por el Espíritu Santo, ha declarado: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mí derecha y yo haré de tus enemigos el estrado donde pongas los pies.
Si el mismo David lo llama ‘Señor’, ¿Cómo puede ser
hijo suyo?”.
La multitud que lo rodeaba, que era mucha, lo
escuchaba con agrado.
Palabra del Señor.
Reflexión
h
Hoy, el judaísmo aún sabe que el
Mesías ha de ser “hijo de David” y debe inaugurar una nueva era del reinado de
Dios. Los cristianos “sabemos” que el Mesías Hijo de David es Jesucristo, y que
este reino ha empezado ya incoativamente —como semilla que nace y crece— y se
hará realidad visible y radiante cuando Jesús vuelva al final de los tiempos.
Pero ahora ya Jesús es el Hijo de David y nos permite vivir “en esperanza” los
bienes del reino mesiánico.
El
título “Hijo de David” aplicado a Jesucristo forma parte de la médula del
Evangelio. En la Anunciación, la Virgen recibió este mensaje: «El Señor Dios le
dará el trono de David, su padre, reinará sobre la estirpe de Jacob por
siempre». Los pobres que pedían la curación a Jesús, clamaban: «¡Hijo de David,
Jesús, ten compasión de mí!». En su entrada solemne en Jerusalén, Jesús fue
aclamado: «¡Bendito el reino que viene, el de nuestro padre David!». El
antiquísimo libro de la Didakhé agradece a Dios «la viña santa de David, tu
siervo, que nos has dado a conocer por medio de Jesús, tu siervo».
Pero
Jesús no es sólo hijo de David, sino también Señor. Jesús lo afirma
solemnemente al citar el Salmo davídico 110, cita incomprensible para los
judíos: pues resulta imposible que el hijo de David sea “Señor” de su padre.
San Pedro, testigo de la resurrección de Jesús, vio claramente que Jesús había
sido constituido “Señor de David”, porque «David murió y fue sepultado, y su
sepulcro aún se conserva entre nosotros (…). A este Jesús Dios lo ha
resucitado, y de ello somos testigos todos nosotros».
Jesucristo,
«nacido, en cuanto hombre, de la estirpe de David y constituido por su
resurrección de entre los muertos Hijo poderoso de Dios», como dice san Pablo,
se ha convertido en el foco que atrae el corazón de todos los hombres, y así,
mediante su atracción suave, ejerce su señorío sobre todos los hombres que se
dirigen a Él con amor y confianza.
Para la reflexión personal
Algunos aún dicen hoy que Jesús fue un hombre maravilloso.
Excepcional, sí, pero solo hombre. Nosotros confesamos a
Jesús como verdadero Dios y verdadero hombre.
a)
¿Qué opiniones conocemos que tiene la
gente hoy sobre Jesús?
b)
Cuando escuchamos la enseñanza de
Jesús, ¿nos agrada siempre o a veces nos incomoda?
c)
¿Qué dificultades encontramos para
comprender a Jesús como Hijo de Dios y no solo como alguien excepcional?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María, nuestra Madre, su ayuda.
Madre
mía: Jesús
dice: “enamoren a los hombres de mi amor, porque el hombre enamorado es capaz
de dejarlo todo, y morir por ese amor”. Tú mejor que nadie eres testigo de su
amor, aprendiste del amor de Dios. También tú, como esa multitud, lo escuchabas
con agrado. Tu entrega fue total, como la de Él, pero con amor de Madre.
Amar
a Dios debe manifestarse con obras, y eso implica también evitar cualquier
ofensa. Primero, convertirnos, y luego, entregarle nuestra voluntad y amarlo
con obras.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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