+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
La
imagen de una barca zarandeada por las olas y a punto de naufragar ha sido una
imagen muy corriente para describir las distintas situaciones difíciles por las
que ha atravesado la Iglesia. Nos toca a cada época detectar y analizar
el tipo de tempestad que nos toca afrontar. En este momento del Corona-Virus la
Iglesia debe estar muy sensible a esta terrible tempestad que azota
a toda la Humanidad. Y debemos ayudar a la humanidad a dar respuestas
auténticas y valientes desde nuestra fe.
Del santo Evangelio según san Marcos 4, 35-41
Un
día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: "Vamos a la otra orilla
del lago". Entonces los discípulos despidieron a la gente y condujeron a
Jesús en la misma barca en que estaba. Iban además otras barcas.
De pronto se desató un fuerte viento y las olas se estrellaban contra la barca y la iban llenando de agua.
Jesús
dormía en la popa, reclinado sobre un cojín. Lo despertaron y le dijeron:
"Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?" Él se despertó, reprendió
al viento y dijo al mar: "¡Cállate, enmudece!" Entonces el viento
cesó y sobrevino una gran calma. Jesús les dijo: "¿Por qué tenían tanto
miedo? ¿Aún no tienen fe?" Todos se quedaron espantados y se decían unos a
otros: "¿Quién es éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?"
Palabra del Señor.
Reflexión
h
Hoy -en estos tiempos de «fuerte
borrasca»- nos vemos interpelados por el Evangelio. La humanidad ha vivido
dramas que, como olas violentas, han irrumpido sobre hombres y pueblos enteros,
particularmente durante el siglo XX y los albores del XXI. Y, a veces, nos sale
del alma preguntarle: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?»; si Tú
verdaderamente existes, si Tú eres Padre, ¿por qué ocurren estos episodios?
Ante
el recuerdo de los horrores de los campos de concentración de la II Guerra
Mundial, el Papa Benedicto se pregunta: «¿Dónde estaba Dios en esos días? ¿Por
qué permaneció callado? ¿Cómo pudo tolerar este exceso de destrucción?». Una
pregunta que Israel, ya en el Antiguo Testamento, se hacía: «¿Por qué duermes?
(…). ¿Por qué nos escondes tu rostro y olvidas nuestra desgracia?».
Dios
no responderá a estas preguntas: a Él le podemos pedir todo menos el porqué de
las cosas; no tenemos derecho a pedirle cuentas. En realidad, Dios está y está
hablando; somos nosotros quienes no estamos [en su presencia] y, por tanto, no
oímos su voz. «Nosotros -dice Benedicto XVI- no podemos escrutar el secreto de
Dios. Sólo vemos fragmentos y nos equivocamos si queremos hacernos jueces de
Dios y de la historia. En ese caso, no defenderíamos al hombre, sino que
contribuiríamos sólo a su destrucción».
En
efecto, el problema no es que Dios no exista o que no esté, sino que los
hombres vivamos como si Dios no existiera. He aquí la respuesta de Dios: «¿Por
qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe?» (Mc 4,40). Eso dijo Jesús a
los apóstoles, y lo mismo le dijo a santa Faustina Kowalska: «Hija mía, no
tengas miedo de nada, Yo siempre estoy contigo, aunque te parezca que no esté».
Para la reflexión personal
La tempestad
asusta a los discípulos, que tienen miedo de hundirse en medio del mar.
a) ¿En
qué momentos de nuestra vida hemos sentido miedo a hundirnos?
b) ¿Qué
papel jugó la fe en esos momentos?
c) ¿Qué
miedos o dudas nos impiden confiar en Jesús?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María, nuestra Madre, su ayuda.
Madre
mía: un hijo que tiene miedo siempre
piensa en su madre. Y tú eres una madre buena que siempre está a mi lado, que
me amas con amor de predilección.
Tómame
de tu mano, y protégeme en todas las travesías de esta vida, para llegar a
puerto seguro. Y ayúdame a darme cuenta de que el único temor que puedo tener
es el de ofender a tu Hijo.
Madre
de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi
alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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