+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
“Para los
cristianos la voladura del edificio de las tradiciones judías, no es para ellos
destrucción sino descubrimiento más profundo de la voluntad de Dios. La
religión de los labios, de la palabra externa que se vuelve mentira
(hipocresía) y no permite que llegue al nivel del corazón, de la apertura a
Dios, del encuentro universal entre los hombres, no es la auténtica religión
querida por Jesús. Allí donde los alimentos son todos puros, donde la comida ya
no separa sino que une, donde cesan las distinciones de judíos y gentiles (Gal.
3,28) ahí sólo queda fe y “seres humanos”. La tarea de unificar a los seres
humanos desde el corazón y no a través de separaciones religiosas, es el centro
del evangelio”.
Del santo Evangelio según san Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23
En
aquel tiempo, se acercaron a Jesús los fariseos y algunos escribas venidos de
Jerusalén. Viendo que algunos de los discípulos de Jesús comían con las manos
impuras, es decir, sin habérselas lavado, los fariseos y los escribas le
preguntaron: "¿Por qué tus discípulos comen con manos impuras y no siguen
la tradición de nuestros mayores?" (Los fariseos y los judíos, en general,
no comen sin lavarse antes las manos hasta el codo, siguiendo la tradición de
sus mayores; al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones,
y observan muchas otras cosas por tradición, como purificar los vasos, las
jarras y las ollas).
Jesús les contestó: "¡Qué bien profetizó Isaías sobre ustedes, hipócritas, cuando escribió: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. Es inútil el culto que me rinden, porque enseñan doctrinas que no son sino preceptos humanos! Ustedes dejan a un lado el mandamiento de Dios, para aferrarse a las tradiciones de los hombres".
Después,
Jesús llamó a la gente y les dijo: "Escúchenme todos y entiéndanme. Nada
que entre de fuera puede manchar al hombre; lo que sí lo mancha es lo que sale
de dentro; porque del corazón del hombre salen las intenciones malas, las
fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las
injusticias, los fraudes, el desenfreno, las envidias, la difamación, el
orgullo y la frivolidad. Todas estas maldades salen de dentro y manchan al
hombre".
Palabra del Señor.
Reflexión
h
La Palabra del Señor nos ayuda a discernir que por encima de las costumbres
humanas están los Mandamientos de Dios. De hecho, con el paso del tiempo, es
fácil que distorsionemos los consejos evangélicos y, dándonos o no cuenta,
substituimos los Mandamientos o bien los ahogamos con una exagerada
meticulosidad: «Al volver de la plaza, si no se bañan, no comen; y hay otras
muchas cosas que observan por tradición, como la purificación de copas, jarros
y bandejas...». Es por esto que la gente sencilla, con un sentido común
popular, no hicieron caso a los doctores de la Ley ni a los fariseos, que
sobreponían especulaciones humanas a la Palabra de Dios. Jesús aplica la
denuncia profética de Isaías contra los religiosamente hipócritas: «Bien
profetizó Isaías de ustedes, hipócritas, según está escrito: Este pueblo me
honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí».
En
estos últimos años, San Juan Pablo II, al pedir perdón en nombre de la Iglesia
por todas las cosas negativas que sus hijos habían hecho a lo largo de la
historia, lo ha manifestado en el sentido de que «nos habíamos separado del
Evangelio».
«Nada
hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale
del hombre, eso es lo que contamina al hombre», nos dice Jesús. Sólo lo que
sale del corazón del hombre, desde la interioridad consciente de la persona
humana, nos puede hacer malos. Esta malicia es la que daña a toda la Humanidad
y a uno mismo. La religiosidad no consiste precisamente en lavarse las manos
(¡recordemos a Pilatos que entrega a Jesucristo a la muerte!), sino mantener
puro el corazón.
Para la reflexión personal
Jesús pone las cosas en su justo lugar.
a)
«Este
pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí». ¿Qué nos
sugieren estas palabras de Isaías?
b)
¿Qué
llamada al cambio, a la conversión, recibimos con esta Palabra?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María, nuestra Madre, su ayuda.
Madre
mía: tu
Hijo Jesús sólo puede exultar de tu belleza inmaculada. Se entiende que diga
que tu corazón y el suyo laten al unísono, siendo fusionados por el amor en un
solo corazón, siendo pura siempre en tu intención.
Yo
quiero tener mi corazón unido al tuyo, para no ser contaminado, para ser
fortalecido y preservado de toda mancha. Intercede por mí, para que consiga la
pureza de mi corazón y pueda así entregar completamente mi voluntad a Dios.
Quiero
que mi corazón sea tuyo, para ser de Jesús para siempre.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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