+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor, hoy quiero profundizar en la
virtud de la gratuidad. Quiero dejar de ser un eterno pedigüeño y dedicarme a
darte gracias por tantas gracias que inmerecidamente he recibido y sigo
recibiendo de Ti. Dame también la gracia de ver a mis hermanos y hermanas como
“un regalo” que tú me das y no como un obstáculo. Que me sienta siempre como un
“don” tuyo y pueda hacer de mi vida “un don para los demás”.
Del santo Evangelio según san Marcos 12, 28-34
En aquel tiempo, uno de los escribas se acercó a Jesús y le preguntó:
"¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?". Jesús le respondió:
"El primero es: Escucha, Israel: El Señor; nuestro Dios, es el único
Señor; amarás al Señor; tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con
toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es éste: Amarás a tu prójimo
como a ti mismo. No hay ningún mandamiento mayor que éstos".
El escriba replicó: "Muy bien, Maestro. Tienes razón, cuando dices que el Señor es único y que no hay otro fuera de Él, y que amarlo con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios".
Jesús, viendo que había hablado muy sensatamente, le dijo: "No
estás lejos del Reino de Dios". Y ya nadie se atrevió a hacerle más
preguntas.
Palabra del Señor.
Reflexión
h
En realidad, estos dos mandamientos sobre
el amor ya estaban en el A. T. Del amor a Dios se habla en Dt. 6,4. Es la
famosa oración del Shemá que recita el judío todas las mañanas al levantarse:
«Amarás al Señor con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu ser”. Y en Lev. 19,18, se lee: “Amarás a tu prójimo
como a ti mismo”. ¿Dónde está la novedad
de Jesús?
1.– Jesús alivia, aligera, quita cargas pesadas. En
tiempo de Jesús había que cumplir más de 6oo preceptos que obligaban en
conciencia y que ya el sólo retener en la memoria, era una pesada carga. Jesús
protesta: “Atan cargas pesadas y las echan a la espalda de la gente, pero ellos
ni con el dedo quieren moverlas”. Con Jesús todos esos preceptos quedan
reducidos a dos: amar a Dios y amar al hermano. ¡Qué alivio! Por otra parte,
como se trata de una ley “de amor” deja de ser pesada. “El amor ni cansa ni se cansa” (San Juan de
la Cruz).
2.– Jesús une dos mandamientos que estaban separados.
Separados en dos libros distintos, y separados en la vida. Se podía amar a Dios
y odiar al enemigo. Ahora van juntos y son como “vasos comunicantes”. ¿Sube el
amor a Dios? Automáticamente sube el amor al hombre; y viceversa. “Y si alguien
dice que ama a Dios y no ama al hermano, es un embustero”. Jesús no está de
acuerdo con esas imágenes de Dios que aparecen en el A.T. y hablan de
prepotencia, de venganza, de ira, de desquite. Y las sustituye por otras
nuevas: Pensad en Dios como en un
campesino que siembra, en un médico que sana, en un pastor preocupado por su
rebaño, en una mujer feliz de haber encontrado su moneda, en un padre que se
vuelve loco de alegría al recuperar a su hijo … o mejor todavía, pensad en
vuestra propia madre. Así de tierno, así de cariñoso es Dios.
3.– Jesús nos motiva, nos incentiva, desde dentro, a
amar. Por el misterio de la Encarnación, Dios no sólo nos ama, sino que se instala
en el corazón de cada uno de nosotros, se identifica con nosotros. “Tuve hambre
y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, estaba desnudo y me cubrieron,
en la cárcel y me visitaron”. Cuando caen las escamas de nuestros ojos y, como
Pablo, descubrimos que todo lo que hacemos a uno de nuestros hermanos se lo
hacemos a Jesús, ya no tenemos ninguna excusa para no amar. Por otra parte,
nada nos hace crecer y madurar en la vida como el amor concreto y desinteresado
al hermano. El amor nos “humaniza”.
Para la reflexión personal
a)
¿Cómo se concreta en nuestra vida el amor a Dios con «todo tu
corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas»?
b) ¿Qué personas son para nosotros
nuestros «prójimos»? ¿Cómo les manifestamos nuestro amor?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María, Madre de Jesús y Madre nuestra, su ayuda.
Madre mía:
tu vida entera en la tierra fue una manifestación continua de amor a Dios y al
prójimo: ¿cómo puedo amar con un corazón como el tuyo?
Madre de
Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma
conforme a tu Hijo Jesucristo.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy