jueves, 31 de octubre de 2019

Jesús, tu llanto ¿es mi llanto?


+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Oración inicial

Señor Jesús, te agradezco por este momento que me concedes para escuchar tu voz. Te pido que me ayudes a disponerme con reverencia, para que atendiendo con la mente y el corazón a tus palabras, pueda vivirlas con alegría y coherencia en la acción.

Del santo Evangelio según san Lucas 13, 31-35

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y le dijeron: “Vete de aquí, porque Herodes quiere matarte".
Él les contestó: “Vayan a decirle a ese zorro que seguiré expulsando demonios y haciendo curaciones hoy y mañana, y que al tercer día terminaré mi obra. Sin embargo, hoy, mañana y pasado mañana tengo que seguir mi camino, porque no conviene que un profeta muera fuera de Jerusalén.
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas y apedreas a los profetas que Dios te envía! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus pollitos bajo las alas, pero tú no has querido!
Así pues, la casa de ustedes quedará abandonada. Yo les digo que no me volverán a ver hasta el día en que digan: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!’ "
Palabra del Señor.


Reflexión

La ciudad de Jerusalén, en tiempos de Jesús, poseía el encanto de sus edificaciones, principalmente el templo. En efecto, el templo había sido reconstruido y sólo contemplarlo producía fascinación: sus 180 columnas rematadas por capiteles corintios, sus numerosas puertas, atrios y, sobre todo, su santuario, con una colosal fachada de 30 metros de altura, adornada con mármoles y placas de oro. A todo buen israelita le entusiasmaba la idea de ir a Jerusalén, la ciudad santa. También a Jesús.
Pero Jerusalén no era sólo su templo. Lo eran sus habitantes. Y éstos, a juzgar por las palabras del Señor, eran todo menos acogedores y dignos de confianza: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían!” (Lc 13, 34). Jesús profiere este lamento sobre Jerusalén y, poco después, llora al ver la ciudad presagiando su ruina (cf. Lc 19, 41-44). Son lágrimas y lamentos que le brotan del corazón porque la ama.
Que el Hijo de Dios llore y se lamente nos desvela su condición encarnada. Es un Dios hecho hombre sensible. Ante una imagen tan humana del Hijo de Dios, ¿qué otra realidad -fuerza, poder maligno- de este mundo o de cualquier otro podrá asustarnos?

Para la reflexión personal

a)   ¿Puedo ver en mi persona las cosas buenas y malas que en mi crecimiento fueron sembradas?,

b)   ¿Soy como el arbusto que extiende sus ramas, sus manos para dar cuidado, cobijar a quienes me rodean?

c)   ¿Vives con valentía tu vocación profética?

d)   ¿Anuncias la verdad del Evangelio, compartes con los demás el tesoro que significa haberse encontrado con Cristo?

Medita la oración hecha canción.


ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?

Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.

ES TU MOMENTO CON DIOS. ¡ORA!

Bendito el que viene en el nombre del Señor.
Espíritu Santo danos fortaleza para acoger la Palabra de Dios con valentía y vivir conforme a ella, ser Profeta, con valentía siempre en salida.

Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria


Pidámosle a María su maternal ayuda.


La Toda Santa Virgen María de Jerusalén,
intercede por nosotros tus hijos
ante nuestras suplicas
y desde Getsemaní de Jerusalén
donde tu moras,
pedimos tu Amor y Protección
de día y de noche.
Santa Virgen María de Jerusalén
ruega por nosotros,
así como tu hijo oraba en Getsemaní,
en su agonía por amor a nosotros.
Enséñanos también el mensaje
que diste a los servidores
en la Boda de Caná de Galilea,
cuando tu dijiste
“Hagan lo que él les diga”
instante en el cual se manifestó
la Gloria de tu hijo Jesús de Nazaret.
Amén.

+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.



Padre José Luis Romero Landeros IJS

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