+ En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor Jesús, te
agradezco por este momento que me concedes para escuchar tu voz. Te pido que me
ayudes a disponerme con reverencia, para que atendiendo con la mente y el
corazón a tus palabras, pueda vivirlas con alegría y coherencia en la acción.
Del santo Evangelio según san Lucas 13, 31-35
En
aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y le dijeron: “Vete de aquí,
porque Herodes quiere matarte".
Él
les contestó: “Vayan a decirle a ese zorro que seguiré expulsando demonios y
haciendo curaciones hoy y mañana, y que al tercer día terminaré mi obra. Sin
embargo, hoy, mañana y pasado mañana tengo que seguir mi camino, porque no
conviene que un profeta muera fuera de Jerusalén.
¡Jerusalén,
Jerusalén, que matas y apedreas a los profetas que Dios te envía! ¡Cuántas
veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus pollitos bajo
las alas, pero tú no has querido!
Así
pues, la casa de ustedes quedará abandonada. Yo les digo que no me volverán a
ver hasta el día en que digan: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!’
"
Palabra del Señor.
Reflexión
La ciudad de Jerusalén,
en tiempos de Jesús, poseía el encanto de sus edificaciones, principalmente el
templo. En efecto, el templo había sido reconstruido y sólo contemplarlo
producía fascinación: sus 180 columnas rematadas por capiteles corintios, sus numerosas
puertas, atrios y, sobre todo, su santuario, con una colosal fachada de 30
metros de altura, adornada con mármoles y placas de oro. A todo buen israelita
le entusiasmaba la idea de ir a Jerusalén, la ciudad santa. También a Jesús.
Pero Jerusalén no era
sólo su templo. Lo eran sus habitantes. Y éstos, a juzgar por las palabras del
Señor, eran todo menos acogedores y dignos de confianza: “¡Jerusalén,
Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían!” (Lc 13,
34). Jesús profiere este lamento sobre Jerusalén y, poco después, llora al ver
la ciudad presagiando su ruina (cf. Lc 19, 41-44). Son lágrimas y lamentos que
le brotan del corazón porque la ama.
Que el Hijo de Dios
llore y se lamente nos desvela su condición encarnada. Es un Dios hecho hombre
sensible. Ante una imagen tan humana del Hijo de Dios, ¿qué otra realidad
-fuerza, poder maligno- de este mundo o de cualquier otro podrá asustarnos?
Para la reflexión
personal
a) ¿Puedo
ver en mi persona las cosas buenas y malas que en mi crecimiento fueron
sembradas?,
b) ¿Soy
como el arbusto que extiende sus ramas, sus manos para dar cuidado, cobijar a
quienes me rodean?
c)
¿Vives con valentía tu
vocación profética?
d) ¿Anuncias
la verdad del Evangelio, compartes con los demás el tesoro que significa
haberse encontrado con Cristo?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN:
¿Qué le digo a Dios?
Orar, es
responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
ES TU MOMENTO CON DIOS. ¡ORA!
Bendito el que viene en el
nombre del Señor.
Espíritu Santo danos fortaleza
para acoger la Palabra de Dios con valentía y vivir
conforme a ella, ser Profeta, con valentía siempre en salida.
Reza un Padre Nuestro, un Ave
María y un Gloria
Pidámosle a María su maternal
ayuda.
La Toda Santa Virgen
María de Jerusalén,
intercede por nosotros
tus hijos
ante nuestras suplicas
y desde Getsemaní de
Jerusalén
donde tu moras,
pedimos tu Amor y
Protección
de día y de noche.
Santa Virgen María de
Jerusalén
ruega por nosotros,
así como tu hijo oraba
en Getsemaní,
en su agonía por amor a
nosotros.
Enséñanos también el mensaje
que diste a los
servidores
en la Boda de Caná de
Galilea,
cuando tu dijiste
“Hagan lo que él les
diga”
instante en el cual se
manifestó
la Gloria de tu hijo
Jesús de Nazaret.
Amén.
+ En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
No hay comentarios.:
Publicar un comentario