viernes, 18 de octubre de 2019

Señor Jesús, Rey de la Paz, danos tu paz.


+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Oración inicial

¡Ven Espíritu Santo y llena mi mente y corazón de la Verdad! Enciende en mí el fuego de tu amor y ayúdame especialmente en este momento de oración.


Del santo Evangelio según san Lucas: 12, 8-12

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Yo les aseguro que a todo aquel que me reconozca abiertamente ante los hombres, lo reconocerá abiertamente el Hijo del hombre ante los ángeles de Dios; pero a aquel que me niegue ante los hombres, yo lo negaré ante los ángeles de Dios.
A todo aquel que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero a aquel que blasfeme contra el Espíritu Santo, no se le perdonará.
Cuando los lleven a las sinagogas y ante los jueces y autoridades, no se preocupen de cómo se van a defender o qué van a decir, porque el Espíritu Santo les enseñará en aquel momento lo que convenga decir".
Palabra del Señor.


Reflexión

El recorrido por el capítulo 11 tiene como característica encontrarse con la enseñanza de Jesús que le revela la intimidad de Dios, la misericordia del corazón de Dios, pero también la verdad de su ser como hombre.
Sin embargo, en el capítulo 12 Jesús contrapone al corazón pervertido del hombre la benevolencia de Dios, que siempre da de manera sobreabundante. Está en juego la vida del hombre.
Hay que estar atento a la perversión del juicio humano, o mejor, a la hipocresía que distorsiona los valores para sólo favorecer el propio interés y las propias ventajas más que para interesarse por la vida, la que se recibe de manera gratuita. La palabra de Jesús dispara al lector un interrogante sobre cómo afrontar la cuestión de la vida: el hombre será juzgado por su comportamiento ante los peligros.
Hay que preocuparse no tanto de los que pueden “matar el cuerpo”, sino tener en el corazón el temor de Dios que juzga y corrige.
Jesús no promete a los discípulos que se ahorrarán las amenazas y las persecuciones, pero les asegura la ayuda de Dios en el momento de la dificultad.

1)   Reconocer: Es a lo que Dios te invita. Solo él puede hacer maravillas en tu vida y puede saciarte. Es desde allí, en donde te conviertes en testigo. Es ser un enamorado de la vida, porque es él mismo, la vida. Cuando Dios toca tu corazón y lo descubres, te conviertes no en un religioso o fanático religioso, sino más bien en un enamorado de la vida, en donde percibes incluso eso pequeño de Dios que hay en el otro y en los otros.

2)   El Espíritu Santo: Es respetar la obra de Dios que hay en el otro. El Espíritu Santo da vida porque es esa brisa suave que acaricia tu rostro. No podemos olvidarnos que nuestra vida y nuestra Iglesia se mueven en el Espíritu, hoy tú eres un don para el otro.

3)   Testigos de Esperanza: Es a esto a lo que hoy estamos invitados a construir. Que sí se puede, que la grandeza de todo está en reconocer la obra de Dios en todo. Ser testigo de vida, en una cultura de muerte. Ser testigo de comunión, en un mundo individualista. Ser sonrientes, ante una sociedad que marca la tristeza. Ser una ayuda para el otro porque vales y sabes que puedes ayudar al otro.

Para la reflexión personal

a)   ¿Eres consciente de que ser cristiano reclama afrontar dificultades, insidias y peligros, hasta el punto de arriesgar la propia vida para dar testimonio de la amistad personal con Jesús?

b)   ¿Te avergüenzas de ser cristiano? ¿Prefieres el juicio de los hombres, su aprobación, o el hecho de no perder tu amistad con Cristo?

Medita la oración hecha canción.


Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria


Pidámosle a María su maternal ayuda.


Señora y Madre nuestra, Virgen Santa María, Reina de la Paz, Protectora de nuestra patria:
Venimos hasta ti para rogarte por la paz.
La Paz que el mundo busca sin encontrar.
La Paz que tu Hijo Jesucristo vino a traernos.
La Paz cuya única fuente verdadera es Cristo Jesús.
Rogamos que intercedas por nosotros para que nos abramos a la paz que viene de Dios.
La paz que es fruto de la justicia; que tiene como alma el amor a Dios y al prójimo.
Paz que exige que el hombre renuncie a la envidia y a la ambición, al orgullo y al egoísmo.
Acudimos a ti para que esa paz que Dios nos ofrece en Jesús, la recibamos, la conservamos y la llevemos al mundo.
Ayúdanos para que seamos artífices de la Paz.
Que tu maternal auxilio nos haga valientes, pacientes y eficaces para comprometernos a trabajar por la justicia, fundamento de la paz que todos necesitamos.
Nuestra Señora de la Paz, ruega por nosotros.
Amén.


+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.



Padre José Luis Romero Landeros IJS

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