domingo, 6 de octubre de 2019

Y ¿quién es mi prójimo, hoy?


+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Oración inicial

Jesús, creo profundamente en Ti y sé que eres la luz que ilumina mi existir. Te pido al iniciar esta oración, que me ayudes a tener el silencio interior para escuchar tu voz de amigo verdadero y así, pueda caminar tus caminos que me llevarán a la felicidad eterna.


Del santo Evangelio según san Lucas: 10, 25-37

En aquel tiempo, se presentó ante Jesús un doctor de la ley para ponerlo a prueba y le preguntó: "Maestro, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?" Jesús le dijo: "¿Qué es lo que está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?" El doctor de la ley contestó: "Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu ser, y a tu prójimo como a ti mismo". Jesús le dijo: "Has contestado bien; si haces eso, vivirás".
El doctor de la ley, para justificarse, le preguntó a Jesús: "¿Y quién es mi prójimo?" Jesús le dijo: "Un hombre que bajaba por el camino de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos ladrones, los cuales lo robaron, lo hirieron y lo dejaron medio muerto. Sucedió que por el mismo camino bajaba un sacerdote, el cual lo vio y pasó de largo. De igual modo, un levita que pasó por ahí, lo vio y siguió adelante. Pero un samaritano que iba de viaje, al verlo, se compadeció de él, se le acercó, ungió sus heridas con aceite y vino y se las vendó; luego lo puso sobre su cabalgadura, lo llevó a un mesón y cuidó de él. Al día siguiente sacó dos denarios, se los dio al dueño del mesón y le dijo: `Cuida de él y lo que gastes de más, te lo pagaré a mi regreso’.
¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del hombre que fue asaltado por los ladrones?" El doctor de la ley le respondió: "El que tuvo compasión de él". Entonces Jesús le dijo: "Anda y haz tú lo mismo".
Palabra del Señor.

Reflexión

El evangelio de hoy nos presenta la parábola del Buen Samaritano. Meditar una parábola es lo mismo que profundizar en la vida, para descubrir en ella los llamados de Dios.
El doctor piensa que tiene que hacer algo para poder heredar. Él quiere garantizarse la herencia por su propio esfuerzo. Pero una herencia no se merece. La herencia la recibimos simplemente por ser hijo.
La respuesta del doctor. Jesús responde con una nueva pregunta: “¿Qué está escrito en la Ley?".
Lo importante, lo principal, ¡es amar a Dios! Pero Dios viene hasta mí, en el prójimo. El prójimo es la revelación de Dios para conmigo. Por esto, he de amar también a mi prójimo con todo mi corazón, con toda mi alma, con toda mi fuerza y con todo mi entendimiento.
"¿Y quién es mi prójimo?" Él quiere saber para él:"¿En qué prójimo Dios viene hasta mí?" Es decir, ¿cuál es la persona humana prójima a mí que es revelación de Dios para mí? Para los judíos, la expresión prójimo iba ligada al clan. Aquel que no pertenecía al clan, no era prójimo.
Al comienzo el doctor había preguntado: “¿Quién es mi prójimo?” Por detrás de la pregunta estaba la preocupación consigo mismo. Él quería saber: "¿A quién Dios me manda amar, para que yo pueda tener paz en mi conciencia y decir: Hizo todo lo que Dios me pide.
La humanidad no está dividida en prójimo y no prójimo. Para que tú sepas quién es tu prójimo, esto depende de que tú llegues, veas, te muevas a compasión y te acerques. ¡Si tú te aproximas, te acercas, el otro será tu prójimo! ¡Depende de ti y no del otro! Jesús invierte todo y quita la seguridad que la observancia de la ley podría dar al doctor.

Para la reflexión personal

Decir ‘te amo’ no es suficiente, es necesario que este amor se haga patente en nuestras acciones y nuestras actitudes. El verdadero amor muestra siempre interés por la otra persona y es capaz de comprometer hasta sus propios recursos, con el fin de mostrar con claridad su intensidad. Quien ama, siempre tiene tiempo para la otra persona, para la persona amada. Si quieres saber quién te ama de verdad evalúa estos tres elementos:
- Fíjate quién se interesa por ti.
- Quién es capaz de comprometer su vida contigo y por ti.
- Quién hace un espacio en su agitado día para decirte: Hola, ¿cómo estás?


Medita y piensa en San Francisco, el menor, entre los menores.


Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria


Pidámosle a María con la oración de San Francisco a nuestra Madre.

¡Oh Señora mía, oh Madre mía!,
yo me entrego del todo a Ti,
y en prueba de mi filial afecto,
te consagro en este día
mis ojos, mis oídos, mi lengua y mi corazón,
en una palabra, todo mi ser,
ya que soy todo tuyo,
¡oh Madre de bondad!,
guárdame y protégeme como hijo tuyo. 
Amén.

+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.



Padre José Luis Romero Landeros IJS

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