martes, 3 de diciembre de 2019

Que pueda servir, Señor, como Tú nos enseñas!


+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Oración inicial

Buen Jesús, Tú que haciéndote Niño has querido salir a nuestro encuentro, te pido que me ayudes a acoger tu iniciativa con un espíritu sencillo y un corazón de niño para que, así, nos encontremos en la sencillez del portal de Belén.

Hago en silencio un breve examen de conciencia.

Señor, yo sé que peco y falto muchas veces contra Ti. Te ruego Señor que me obtengas tu misericordia para que junto a Ti, pueda ponerme de pie y no pecar más.

Del santo Evangelio según san Mateo 15, 29-37

En aquel tiempo, llegó Jesús a la orilla del mar de Galilea, subió al monte y se sentó. Acudió a él mucha gente, que llevaba consigo tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros enfermos. Los tendieron a sus pies y él los curó. La gente se llenó de admiración, al ver que los lisiados estaban curados, que los ciegos veían, que los mudos hablaban y los tullidos caminaban; por lo que glorificaron al Dios de Israel.
Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: “Me da lástima esta gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. No quiero despedirlos en ayunas, porque pueden desmayarse en el camino”.
Los discípulos le preguntaron: “¿Dónde vamos a conseguir, en este lugar despoblado, panes suficientes para saciar a tal muchedumbre?”. Jesús les preguntó: “¿Cuántos panes tienen?”. Ellos contestaron: “Siete, y unos cuantos pescados”.
Después de ordenar a la gente que se sentara en el suelo, Jesús tomó los siete panes y los pescados, y habiendo dado gracias a Dios, los partió y los fue entregando a los discípulos, y los discípulos a la gente. Todos comieron hasta saciarse, y llenaron siete canastos con los pedazos que habían sobrado.
Palabra del Señor.

Reflexión

Hoy contemplamos en el Evangelio la multiplicación de los panes y peces. Mucha gente —comenta el evangelista Mateo— «se le acercó» (Mt 15,30) al Señor. Hombres y mujeres que necesitan de Cristo, ciegos, cojos y enfermos de todo tipo, así como otros que los acompañan. Todos nosotros también tenemos necesidad de Cristo, de su ternura, de su perdón, de su luz, de su misericordia... En Él se encuentra la plenitud de lo humano.
El Evangelio de hoy nos hace caer en la cuenta, a la vez, de la necesidad de hombres que conduzcan a otros hacia Jesucristo. Los que llevan a los enfermos a Jesús para que los cure son imagen de todos aquellos que saben que el acto más grande de caridad para con el prójimo es acercarlo a Cristo, fuente de toda Vida. La vida de fe exige, pues, la santidad y el apostolado.
San Pablo exhorta a tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús (cf. Fl 2,5). Nuestro relato muestra cómo es el corazón: «Siento compasión de la gente» (Mt 15,32). No puede dejarlos porque están hambrientos y fatigados. Cristo busca al hombre en toda necesidad y se hace el encontradizo. ¡Cuán bueno es el Señor con nosotros!; y ¡cuán importantes somos las personas a sus ojos! Sólo con pensarlo se dilata el corazón humano lleno de agradecimiento, admiración y deseo sincero de conversión.
Este Dios hecho hombre, que todo lo puede y que nos ama apasionadamente, y a quien necesitamos en todo y para todo —«sin mi no podéis nada» (Jn 15,5)— necesita, paradójicamente, también de nosotros: éste es el significado de los siete panes y los pocos peces que usará para alimentar a una multitud del pueblo. Si nos diéramos cuenta de cómo Jesús se apoya en nosotros, y del valor que tiene todo lo que hacemos para Él, por pequeño que sea, nos esforzaríamos más y más en corresponderle con todo nuestro ser.

Para la reflexión personal

a)   ¿Le das a tu Señor todo lo que tienes, y abandonas tu voluntad en su voluntad, para que haga contigo lo que Él quiere?

b)   ¿Confías en el poder de tu Señor y en sus milagros?

c)   ¿Aceptas que Él ponga ese poder entre tus manos?

d)   ¿Tienes el corazón dispuesto para acoger a su pueblo?

e)   ¿Mantienes reunido a su rebaño?,

f)     ¿o caminan como ovejas sin pastor, porque tú te has ido, porque te has cansado y lo has abandonado?

g)   ¿Los alimentas, o tienen hambre?


Medita la oración hecha canción.


ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?

Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.

ES TU MOMENTO CON DIOS. ¡ORA!

Señor Jesús, tienes compasión de los que no te encuentran y te acercas a todos,
Tienes compasión de los que te tememos y te haces pequeño.
Tienes compasión de los que somos demasiado duros y te manifiestas como ternura.
Gracias, Jesús.
Tienes compasión de los que tenemos hambre y te conviertes en pan de vida.
Tienes compasión de los que no te entendemos y te haces Palabra.
Tienes compasión de los que nos sentimos solos y perdidos y te haces nuestro compañero de camino.
Gracias, Jesús.

Tienes compasión de los que sufren en su cuerpo o su alma y te presentas como nuestro médico y medicina.
Tienes compasión de los que somos perezosos para servir y te haces nuestro esclavo.
Tienes compasión de los que pecamos y cargas con las consecuencias de nuestros errores.
Gracias, Jesús.
Tienes compasión de los que nos cuesta entregarnos y te ofreces por nosotros en la cruz.
Tienes compasión de los que tenemos la muerte y con tu resurrección abres las puertas de la Vida eterna.
Tienes compasión de los somos cobardes y miedosos y nos regalas la fuerza de tu mismo Espíritu.
Gracias, Jesús.
Amén.

Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria


Pidámosle a María su maternal ayuda.

Gracias Señor Jesús porque, así como tú también eres Hijo, me enseñas como obedecer al Padre con un corazón dócil y humilde. Ayúdame a no dejar de comprenderme a mí mismo como un hijo del Padre, para que así pueda obedecer a su Plan amoroso como tú me enseñaste a hacerlo.
Amén.

+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.



Padre José Luis Romero Landeros IJS

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