+ En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Quiero
comenzar, Señor, este momento de oración invocando tu presencia y pidiéndote
que ilumines mi meditación. Los frutos del encuentro contigo son un don de tu
amor que yo me esforzaré por atesorar y llevar a la práctica en mi vida.
Hago en silencio un breve examen de conciencia.
Reconozco,
Jesús, que soy pecador y estoy profundamente necesitado de tu perdón. Me
sostiene y alienta la firme esperanza de que tu amor y tu misericordia son
siempre más grandes que mi pecado. En Ti, Señor, confío.
Del santo Evangelio según san Marcos 4, 21-25
En
aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: "¿Acaso se enciende una vela para
meterla debajo de una olla o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el
candelero? Porque si algo está escondido, es para que se descubra; y si algo se
ha ocultado, es para que salga a la luz. El que tenga oídos para oír, que
oiga".
Siguió
hablándoles y les dijo: "Pongan atención a lo que están oyendo. La misma
medida que utilicen para tratar a los demás, esa misma se usará para tratarlos
a ustedes, y con creces. Al que tiene, se le dará; pero al que tiene poco, aun
eso poco se le quitará".
Palabra del Señor.
Reflexión
¿Acaso
podemos imaginarnos la estupidez humana que sería colocar la vela encendida
debajo de la cama? ¡Cristianos con la luz apagada o con la luz encendida con la
prohibición de iluminar! Esto sucede cuando no ponemos al servicio de la fe la
plenitud de nuestros conocimientos y de nuestro amor. ¡Cuán antinatural resulta
el repliegue egoísta sobre nosotros mismos, reduciendo nuestra vida al marco de
nuestros intereses personales! ¡Vivir bajo la cama! Ridícula y trágicamente
inmóviles: “ausentes” del espíritu.
El
Evangelio —todo lo contrario— es un santo arrebato de Amor apasionado que
quiere comunicarse, que necesita “decirse”, que lleva en sí una exigencia de
crecimiento personal, de madurez interior, y de servicio a los otros.
«‘Quien
tenga oídos para oír, que oiga’. Les decía también: ‘Atiendan a lo que escuchan’»
(Mc 4,23-24). Pero, ¿qué quiere decir escuchar?; ¿qué hemos de escuchar? Es la
gran pregunta que nos hemos de hacer. Es el acto de sinceridad hacia Dios que
nos exige saber realmente qué queremos hacer. Y para saberlo hay que escuchar:
es necesario estar atento a las insinuaciones de Dios. Hay que introducirse en
el diálogo con Él. Y la conversación pone fin a las “matemáticas de la medida”:
«Con la medida con que midan, se les medirá y aun con creces. Porque al que
tiene se le dará, y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará» (Mc
4,24-25). Los intereses acumulados de Dios nuestro Señor son imprevisibles y
extraordinarios. Ésta es una manera de excitar nuestra generosidad.
Para la reflexión
personal
a) ¿Qué
podrían decir los demás de mi testimonio?
b) ¿Salgo
de casa y hago algo por los demás o vivo mi cristianismo en privado, ayudando
sólo a los de casa y ocultando la luz que he recibido?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN:
¿Qué le digo a Dios?
Orar, es
responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
ES TU MOMENTO CON DIOS. ¡ORA!
Gracias,
Dios mío, porque con la luz de la verdad iluminas mi vida. Gracias por estar
conmigo. Aunque sé que soy indigno, la consciencia de que soy portador de tu
luz renueva mi ardor por llevarla a cuantos más pueda. Ayúdame a poner de mi
parte de modo que mi indiferencia o mis temores no escondan el brillo de tu
luz.
Reza un Padre Nuestro, un Ave
María y un Gloria
Pidámosle a María su maternal
ayuda.
Bendita sea tu pureza
y eternamente lo sea,
pues todo un Dios se recrea
en tan graciosa belleza.
A ti, celestial princesa,
Virgen sagrada, María,
te ofrezco en este día
alma, vida y corazón.
¡Mírame con compasión!
¡No me dejes, Madre mía¡
y eternamente lo sea,
pues todo un Dios se recrea
en tan graciosa belleza.
A ti, celestial princesa,
Virgen sagrada, María,
te ofrezco en este día
alma, vida y corazón.
¡Mírame con compasión!
¡No me dejes, Madre mía¡
Amén.
+ En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
Referencias:
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
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