+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
El
centro de la Revelación de Jesús es: “Dios es
Amor”. La revelación de Dios «ABBÁ»
es la gran novedad que introduce Jesús en la religión. La aceptación de Dios
como “Padre” lleno de cariño paternal, es la diferenciación íntima del que ha
entrado en el Reino. Ya nada va a ser igual: ni sus motivos para actuar, ni su
oración… Se acabó la religión del miedo y queda inaugurada para siempre la
religión de la ternura.
Del santo Evangelio según san Mateo 22, 34-40
En
aquel tiempo, habiéndose enterado los fariseos de que Jesús había dejado
callados a los saduceos, se acercaron a Él. Uno de ellos, que era doctor de la
ley, le preguntó para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿cuál es el mandamiento
más grande de la ley?"
Jesús le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el más grande y el primero de los mandamientos. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se fundan toda la ley y los profetas".
Palabra del Señor.
Reflexión
Nos
recuerda la Iglesia un resumen de nuestra “actitud de vida” («De estos dos
mandamientos penden toda la Ley y los Profetas»: Mt 22,40). San Mateo y San
Marcos lo ponen en labios de Jesucristo; San Lucas de un fariseo. Siempre en
forma de diálogo.
Probablemente
le harían al Señor varias veces preguntas similares. Jesús responde con el
comienzo del Shemá: oración compuesta por dos citas del Deuteronomio y una de
Números, que los judíos fervientes recitaban al menos dos veces al día: «Oye
Israel! El Señor tu Dios (...)».
Recitándola
se tiene conciencia de Dios en el quehacer cotidiano, a la vez que recuerda lo
más importante de esta vida: Amar a Dios sobre todos los “diosecillos” y al
prójimo como a sí mismo. Después, al acabar la Última Cena, y con el ejemplo
del lavatorio de los pies, Jesús pronuncia un “mandamiento nuevo”: amarse como
Él nos ama, con “fuerza divina”.
Hace
falta la decisión de practicar de hecho este dulce mandamiento —más que
mandamiento, es elevación y capacidad— en el trato con los demás: hombres y
cosas, trabajo y descanso, espíritu y materia, porque todo es criatura de Dios.
Por
otro lado, al ser impregnados del Amor de Dios, que nos toca en todo nuestro
ser, quedamos capacitados para responder “a lo divino” a este Amor. Dios
Misericordioso no sólo quita el pecado del mundo, sino que nos diviniza, somos
“partícipes” (sólo Jesús es Hijo por Naturaleza) de la naturaleza divina; somos
hijos del Padre en el Hijo por el Espíritu Santo.
Para la
reflexión personal
Jesús señala que ambos mandamientos son inseparables en la
vida de un seguidor suyo.
a)
¿Cómo es nuestra vivencia del amor a Dios y al prójimo en nuestra
vida cotidiana?
b)
¿En qué ocasiones hemos puesto otro mandamiento por encima de
estos de los que habla Jesús?
Medita la oración hecha
canción.
ORACIÓN:
¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre
Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a María, nuestra Madre,
su maternal ayuda.
Madre
mía tu
vida entera en la tierra fue una manifestación continua de amor a Dios y al
prójimo: ¿cómo puedo amar con un corazón como el tuyo?
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero
Landeros IJS
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