+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Hoy,
Señor, quiero que me enseñes a rezar. Yo descubro que en la oración que Tú
haces, lo primero que sale de tu boca no es pedir, sino alabar, bendecir,
agradecer al Padre. Yo soy un eterno pedigüeño, no hago otra cosa que pedir.
Enséñame a ser agradecido, a poner a Dios como centro de mi vida, a saber
disfrutar viendo lo grande, lo maravilloso, lo inabarcable que es el Padre. Haz
que en la oración lo importante no sea yo ni lo que voy a pedirte, sino Tú, tu
belleza, tu encanto, tu cercanía, tu amor. Dame, Señor, tu Santo Espíritu.
Del santo
Evangelio según san Juan 13, 16-20
En
aquel tiempo, después de lavarles los pies a sus discípulos, Jesús les dijo:
"Yo les aseguro: el sirviente no es más importante que su amo, ni el
enviado es mayor que quien lo envía. Si entienden esto y lo ponen en práctica,
serán dichosos.
No lo digo por todos ustedes, porque yo sé a quiénes he escogido. Pero esto es para que se cumpla el pasaje de la Escritura, que dice: El que comparte mi pan me ha traicionado. Les digo esto ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, crean que Yo Soy.
Yo
les aseguro: el que recibe al que yo envío, me recibe a mí; y el que me recibe
a mí, recibe al que me ha enviado".
Palabra del Señor.
Reflexión
h
Hoy, como en aquellos films que comienzan
recordando un hecho pasado, la liturgia hace memoria de un gesto que pertenece
al Jueves Santo: Jesús lava los pies a sus discípulos. Así, este gesto —leído
desde la perspectiva de la Pascua— recobra una vigencia perenne. Fijémonos, tan
sólo, en tres ideas.
En primer lugar, la
centralidad de la persona. En nuestra sociedad parece que hacer es el
termómetro del valor de una persona. Dentro de esta dinámica es fácil que las
personas sean tratadas como instrumentos; fácilmente nos utilizamos los unos a
los otros. Hoy, el Evangelio nos urge a transformar esta dinámica en una
dinámica de servicio: el otro nunca es un puro instrumento. Se trataría de
vivir una espiritualidad de comunión, donde el otro —en expresión de San Juan
Pablo II— llega a ser “alguien que me pertenece” y un “don para mí”, a quien
hay que “dar espacio”. Nuestra lengua lo ha captado felizmente con la
expresión: “estar por los demás”. ¿Estamos por los demás? ¿Les escuchamos
cuando nos hablan?
En la sociedad de
la imagen y de la comunicación, esto no es un mensaje a transmitir, sino una
tarea a cumplir, a vivir cada día: «Dichosos serán si lo cumplen». Quizá por
eso, el Maestro no se limita a una explicación: imprime el gesto de servicio en
la memoria de aquellos discípulos, pasando inmediatamente a la memoria de la
Iglesia; una memoria llamada constantemente a ser otra vez gesto: en la vida de
tantas familias, de tantas personas.
Finalmente, un
toque de alerta: «El que come mi pan ha alzado contra mí su talón». En la
Eucaristía, Jesús resucitado se hace servidor nuestro, nos lava los pies. Pero
no es suficiente con la presencia física. Hay que aprender en la Eucaristía y
sacar fuerzas para hacer realidad que «habiendo recibido el don del amor,
muramos al pecado y vivamos para Dios»
Para la reflexión
personal
a) «Para
que crean que yo soy». ¿Quién es Jesús para nosotros?
b) «Yo
sé muy bien a quiénes he elegido». ¿Cómo estamos viviendo nuestro seguimiento
de Jesús?
c) «Serán
dichosos si lo ponen en práctica». ¿En qué medida hemos descubierto que en el
servicio se halla la felicidad? ¿Cómo lo ponemos en práctica en nuestra vida cotidiana?
Medita la oración
hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo
a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra
Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el
momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro,
un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María,
nuestra Madre, su ayuda.
Madre
mía: tú eres maestra de humildad. Desde el
primer momento te reconociste esclava del Señor, y toda tu vida estuviste
dispuesta a servir, a obedecer, a vivir la humildad en sus múltiples manifestaciones.
Madre
de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: intercede por mí, para que tenga la
humildad necesaria que me dé la disposición del corazón para servir a Dios y a
todas las almas. Déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu
Hijo Jesucristo.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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