+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Hoy,
Señor, nos hablas en el evangelio, de recompensas generosas: hasta el ciento
por uno. Pero yo sólo quiero una recompensa de Ti: que Tú seas mi recompensa.
Todo lo que me puedas dar sin Ti es para mí una nadería. Contigo lo tengo todo.
No necesito más. Dios Padre, al darnos a ti, contigo nos ha entregado ya todo.
¿Qué más queremos?
Del santo Evangelio según san Mateo 10, 28-31
En
aquel tiempo, Pedro le dijo a Jesús: "Señor, ya ves que nosotros lo hemos
dejado todo para seguirte".
Jesús le respondió: "Yo les aseguro: Nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o padre o madre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, dejará de recibir, en esta vida, el ciento por uno en casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras, junto con persecuciones, y en el otro mundo, la vida eterna. Y muchos que ahora son los primeros serán los últimos, y muchos que ahora son los últimos, serán los primeros".
Palabra del Señor.
Reflexión
h
Hoy, como aquel amo que iba cada
mañana a la plaza a buscar trabajadores para su viña, el Señor busca
discípulos, seguidores, amigos. Su llamada es universal. ¡Es una oferta
fascinante! El Señor nos da confianza. Pero pone una condición para ser
discípulos, condición que nos puede desanimar: hay que dejar «casa, hermanos,
hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio».
¿No
hay contrapartida? ¿No habrá recompensa? ¿Esto aportará algún beneficio? Pedro,
en nombre de los Apóstoles, recuerda al Maestro: «Nosotros lo hemos dejado todo
y te hemos seguido», como queriendo decir: ¿qué sacaremos de todo eso?
La
promesa del Señor es generosa: «El ciento por uno: ahora en el presente (...) y
en el mundo venidero, vida eterna». Él no se deja ganar en generosidad. Pero
añade: «Con persecuciones». Jesús es realista y no quiere engañar. Ser
discípulo suyo, si lo somos de verdad, nos traerá dificultades, problemas. Pero
Jesús considera las persecuciones y las dificultades como un premio, ya que nos
ayudan a crecer, si las sabemos aceptar y vivir como una ocasión de ganar en
madurez y en responsabilidad. Todo aquello que es motivo de sacrificio nos
asemeja a Jesucristo que nos salva por su muerte en Cruz.
Siempre
estamos a tiempo para revisar nuestra vida y acercarnos más a Jesucristo. Estos
tiempos y todo tiempo nos permiten —por medio de la oración y de los
sacramentos— averiguar si entre los discípulos que Él busca estamos nosotros, y
veremos también cuál ha de ser nuestra respuesta a esta llamada. Al lado de
respuestas radicales (como la de los Apóstoles) hay otras. Para muchos, dejar
“casa, hermanos, hermanas, madre, padre...” significará dejar todo aquello que
nos impida vivir en profundidad la amistad con Jesucristo y, como consecuencia,
serle sus testigos ante el mundo. Y esto es urgente, ¿no te parece?
Para la reflexión personal
a)
¿De qué cosas estaríamos dispuestos a desprendernos para ser más
libres y seguir a Jesús?
b)
¿Qué hemos tenido que dejar y que hemos recibido como consecuencia del seguimiento de
Jesús?
c)
¿Quiénes son los primeros y los últimos en nuestra sociedad y en
nuestros lugares de trabajo, familia, etc.? ¿En qué medida nuestros criterios
concuerdan con los de Jesús?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María, nuestra Madre, su ayuda.
Madre
mía: el demonio ronda como león rugiente buscando a quién devorar. Y sabe que
el afán desmedido de riquezas es una de las batallas que presenta al hombre,
haciéndole creer que, si esas riquezas son creación de Dios, es bueno desearlas
en abundancia. No advierte del peligro del apegamiento, que esclaviza.
Por
eso resulta difícil entender el desprendimiento por amor al Reino de los
Cielos. Se necesita también mucha fe y esperanza, para creer que vendrá ese
ciento por uno en esta vida.
La
experiencia de un alma entregada verdaderamente a Dios es que el premio
recibido en esta vida es sobre todo la paz interior, aunque haya persecuciones,
porque es fruto de la seguridad de que Dios concederá la vida eterna.
Madre
de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi
alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
No hay comentarios.:
Publicar un comentario