+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor,
al leer el evangelio de este día, he descubierto la inmensa paciencia que
tuviste con aquellos apóstoles que, viendo cómo subías a Jerusalén para
encontrarte con el sufrimiento y con la muerte, ellos se dedicaban a pensar en
quién sería más importante. Es
la paciencia que has tenido también conmigo. Yo me he apartado de Ti
precisamente cuando estaba recibiendo más favores tuyos. Me arrepiento y me
avergüenzo. Y no te canses de tener paciencia conmigo.
Del santo Evangelio según san Marcos 10, 32-451
En
aquel tiempo, Jesús y sus discípulos iban camino de Jerusalén y Jesús se les
iba adelantando. Los discípulos estaban sorprendidos y la gente que lo seguía
tenía miedo. Él se llevó aparte otra vez a los Doce y se puso a decirles lo que
le iba a suceder: "Ya ven que nos estamos dirigiendo a Jerusalén y el Hijo
del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas; van a
condenarlo a muerte y a entregarlo a los paganos; se van a burlar de él, van a
escupirlo, a azotarlo y a matarlo; pero al tercer día resucitará".
Entonces se acercaron a Jesús Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dijeron: "Maestro, queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte". Él les dije ¿Qué es lo que desean?" Le respondieron: "Concede que nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria". Jesús les replicó: "No sabe que piden. ¿Podrán pasar la prueba que yo voy a pasar y recibir el bautismo con que seré bautizado?" Le respondieron: "Sí podemos". Y Jesús les dijo: "Ciertamente pasarán la prueba que yo voy a pasar y recibirá bautismo con que yo seré bautizado; pero eso de sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; eso es para quienes está reservado".
Cuando
los otros diez apóstoles oyeron o, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús
reunió entonces a los Doce y les dijo: "Ya saben que los jefes de las
naciones las gobiernan como si fueran sus dueños y los poderosos las oprimen.
Pero no debe ser así entre ustedes. Al contrario: el que quiera ser grande entre
ustedes que sea su servidor, y el que quiera ser el primero, que sea el esclavo
de todos, así como el Hijo del hombre, que no ha venido a que lo sirvan, sino a
servir y a dar su vida por la redención de todos".
Palabra del Señor.
Reflexión
h
Hoy, el Señor nos enseña cuál
debe ser nuestra actitud ante la Cruz. El amor ardiente a la voluntad de su
Padre, para consumar la salvación del género humano —de cada hombre y mujer— le
mueve a ir deprisa hacia Jerusalén, donde «será entregado (…), le condenarán a
muerte (…), le azotarán y le matarán». Aunque a veces no entendamos o, incluso,
tengamos miedo ante el dolor, el sufrimiento o las contradicciones de cada
jornada, procuremos unirnos —por amor a la voluntad salvífica de Dios— con el
ofrecimiento de la cruz de cada día.
La
práctica asidua de la oración y los sacramentos, especialmente el de la
Confesión personal de los pecados y el de la Eucaristía, acrecentarán en
nosotros el amor a Dios y a los demás por Dios de tal modo que seremos capaces
de decir «Sí, podemos», a pesar de nuestras miserias, miedos y pecados. Sí,
podremos abrazar la cruz de cada día por amor, con una sonrisa; esa cruz que se
manifiesta en lo ordinario y cotidiano: la fatiga en el trabajo, las normales
dificultades en la vida familiar y en las relaciones sociales, etc.
Sólo
si abrazamos la cruz de cada día, negando nuestros gustos para servir a los
demás, conseguiremos identificarnos con Cristo, que vino «a servir y a dar su
vida como rescate por muchos». San Juan Pablo II explicaba que «el servicio de
Jesús llega a su plenitud con la muerte en Cruz, o sea, con el don total de sí
mismo». Imitemos, pues, a Jesucristo, transformando constantemente nuestro amor
a Él en actos de servicio a todas las personas: ricos o pobres, con mucha o
poca cultura, jóvenes o ancianos, sin distinciones. Actos de servicio para
acercarlos a Dios y liberarlos del pecado.
Para la reflexión personal
Ante la vida entregada de Jesús, los
suyos se enzarzan en una lucha de poder.
a)
¿Qué luchas por el poder se dan en nuestros contextos?
b)
¿Cómo seguimos a Jesús: admirados o asustados? ¿Por qué?
c)
Jesús nos dirige la pregunta: «¿Qué quieren que haga por ustedes?».
¿Qué le contestamos?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María, nuestra Madre, su ayuda.
Madre
mía, esclava del Señor: tú también
quieres lo mejor para mí, y se lo pides a tu Hijo, como madre buena. Lo
mejor para mí es parecerme a Jesús en todo. Él se anonadó tomando la forma de
siervo.
Madre
de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: enséñame a ser esclavo, déjame entrar a tu
corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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