+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor,
en este día de la fiesta de Cristo Sacerdote, quiero pedirte que des al mundo
sacerdotes que se parezcan a ti, Buen Pastor. Sacerdotes que pisen en las
huellas que Tú dejaste; sacerdotes que no busquen su gloria sino la tuya;
sacerdotes que “van delante de las ovejas” cumpliendo con sus obras lo que predican
con los labios; sacerdotes que cargan con las ovejas débiles y enfermas,
sacerdotes que llegan a amar tanto a sus ovejas que están dispuestos a dar la
vida por ellas.
Del santo Evangelio según san Lucas 22, 14-20
En aquel tiempo,
llegada la hora de cenar, se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo:
"Cuánto he deseado celebrar esta Pascua con ustedes, antes de padecer,
porque yo les aseguro que ya no la volveré a celebrar, hasta que tenga cabal
cumplimiento en el Reino de Dios".
Luego tomó en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias y dijo: "Tomen esto y repártanlo entre ustedes, porque les aseguro que ya no volveré a beber del fruto de la vid hasta que venga el Reino de Dios".
Tomando después un
pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio diciendo: "Esto
es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía".
Después de cenar, hizo lo mismo con una copa de vino, diciendo: "Esta copa
es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por ustedes".
Palabra del Señor.
Reflexión
h
Hoy, la liturgia nos invita a adentrarnos en el maravilloso corazón sacerdotal
de Cristo. Dentro de pocos días, la liturgia nos llevará de nuevo al corazón de
Jesús, pero centrados en su carácter sagrado. Pero hoy admiramos su corazón de
pastor y salvador, que se deshace por su rebaño, al que no abandonará nunca. Un
corazón que manifiesta “ansia” por los suyos, por nosotros: «Con ansia he
deseado comer esta Pascua con ustedes antes de padecer».
Este
corazón de sacerdote y pastor manifiesta sus sentimientos, especialmente, en la
institución de la Eucaristía. Comienza la Última Cena en la que el Señor va a
instituir el sacramento de su Cuerpo y de su Sangre, misterio de fe y de amor.
San Juan sintetiza con una frase los sentimientos que dominaban el alma de
Jesús en aquel entrañable momento: «Sabiendo Jesús que había llegado su hora
(...), como amase a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin».
¡Hasta
el fin!, ¡hasta el extremo! Una solicitud que le conduce a darlo todo a todos
para permanecer siempre al lado de todos. Su amor no se limita a los Apóstoles,
sino que piensa en todos los hombres. La Eucaristía será el instrumento que
permitirá a Jesús consolarnos “en todo lugar y en todo momento”. Él había
hablado de mandarnos “otro” consolador, “otro” defensor. Habla de “otro”,
porque Él mismo —Jesús-Eucaristía— es nuestro primer consolador.
El
cumplimiento de la voluntad del Padre obliga a Jesús a separarse de los suyos,
pero su amor que le impulsaba a permanecer con ellos, le mueve a instituir la
Eucaristía, en la cual se queda realmente presente. «Considerad —escribe san
Josemaría— la experiencia tan humana de la despedida de dos seres que se
quieren (...). Su afán sería continuar sin separarse, y no pueden (...). Lo que
nosotros no podemos, lo puede el Señor. Jesucristo, perfecto Dios y perfecto
Hombre, (...) se queda Él mismo. Irá al Padre, pero permanecerá con los
hombres». Repitamos con el salmista: «¡Cuántas maravillas has hecho, Dios mío!»
(Sal 40,6).
Para la reflexión personal
Dime,
amigo mío, ¿acaso hay don más grande?
Ahora
dime
a)
¿Por qué algunos de los que yo
he llamado y he elegido para ser sacerdotes, uno conmigo, buscan en el mundo
ser grandes y ser reconocidos?
b)
¿Por qué buscan el poder?
c) ¿Es que
acaso no me creen?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María, nuestra Madre, su ayuda.
Madre de
los sacerdotes: tú nos recibiste como hijos en
la Cruz, ayúdanos a ser buenos portadores de Cristo; danos tu auxilio, no nos
dejes, Madre nuestra.
Madre
de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi
alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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