+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor,
esta mañana vengo a orar para caer en la cuenta de mi ingratitud contigo. Esas
ciudades que no han querido recibirte no están fuera de mí. Me pertenecen. Yo
he recibido de Ti inmensos dones, gracias abundantes, y no obstante, no soy
nada fino ni delicado contigo. Hay dentro de mí mucha pereza, mucha
indiferencia, mucha tibieza. Haz que, de hoy en adelante, cambie el rumbo de mi
vida y sepa responder con amor de gratitud al derroche de amor que Tú has
tenido conmigo.
Del santo Evangelio según san Mateo 10, 34-11,1
En
aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: "No piensen que he venido a
traer la paz a la tierra; no he venido a traer la paz, sino la guerra. He
venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con
su suegra; y los enemigos de cada uno serán los de su propia familia. El que
ama a su padreo a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su
hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me
sigue, no es digno de mí. El que salve su vida, la perderá y el que la pierda
por mí, la salvará.
Quien los recibe a ustedes, me recibe a mí; y quien me recibe a mí, recibe al que me ha enviado. El que recibe aun profeta por ser profeta, recibirá recompensa de profeta; el que recibe a un justo por ser justo, recibirá recompensa de justo. Quien diere, aunque no sea más que un vaso de agua fría a uno de estos pequeños, por ser discípulo mío, yo les aseguro que no perderá su recompensa". Cuando acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, Jesús partió de ahí para enseñar y predicar en otras ciudades.
Palabra del Señor.
Reflexión
h
Hoy Jesús nos ofrece una mezcla explosiva
de recomendaciones; es como uno de esos banquetes de moda donde los platos son
pequeñas "tapas" para saborear. Se trata de consejos profundos y
duros de digerir, destinados a sus discípulos en el centro de su proceso de
formación y preparación misionera. Para gustarlos, debemos contemplar el texto
en bloques separados.
Jesús
empieza dando a conocer el efecto de su enseñanza. Más allá de los efectos
positivos, evidentes en la actuación del Señor, el Evangelio evoca los
contratiempos y los efectos secundarios de la predicación: «Enemigos de cada
cual serán los que conviven con él». Ésta es la paradoja de vivir la fe: la
posibilidad de enfrentarnos, incluso con los más próximos, cuando no entendemos
quién es Jesús, el Señor, y no lo percibimos como el Maestro de la comunión.
En
un segundo momento, Jesús nos pide ocupar el grado máximo en la escala del
amor: «quien ama a su padre o a su madre más que a mí…», «quien ama a sus hijos
más que a mí…». Así, nos propone dejarnos acompañar por Él como presencia de
Dios, puesto que «quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado». El
efecto de vivir acompañados por el Señor, acogido en nuestra casa, es gozar de
la recompensa de los profetas y los justos, porque hemos recibido a un profeta
y un justo.
La
recomendación del Maestro acaba valorando los pequeños gestos de ayuda y apoyo
a quienes viven acompañados por el Señor, a sus discípulos, que somos todos los
cristianos. «Y todo aquel que dé de beber tan sólo un vaso de agua fresca a uno
de estos pequeños, por ser discípulo...». De este consejo nace una
responsabilidad: respecto al prójimo, debemos ser conscientes de que quien vive
con el Señor, sea quien sea, ha de ser tratado como le trataríamos a Él. Dice
san Juan Crisóstomo: «Si el amor estuviera esparcido por todas partes, nacerían
de él una infinidad de bienes».
Para la reflexión personal
a)
¿Cómo
nos vamos identificando con Jesús?
b)
¿Qué
huellas del seguimiento de Jesús nos resultan más difíciles de seguir?
c)
¿Qué
experiencias de acogida tenemos en nuestra vida de discípulos?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María, nuestra Madre, su ayuda.
Madre
mía: tú
supiste mucho de dificultades durante tu vida en la tierra. Ser la madre del
Salvador suponía enfrentarse con muchas adversidades. Pero tu fe te llevó a
superarlas todas, a tener la seguridad absoluta de que todo estaba en el plan
de Dios. Y por eso era bueno.
Madre
de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: ayúdame a fortalecer mi fe, para saber
llevar mi cruz con la paciencia de los santos. Déjame entrar a tu corazón, y
modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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