+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Hoy,
Señor, quiero iluminar la lámpara de mi vida con la tuya. “Quiero que tu luz me
deje ver la luz” (Sal. 36,9). La lámpara de mi vida con frecuencia se
apaga, si no se deja iluminar por tu Luz. Yo no puedo presumir de ser astro con
luz propia; pero no me importa con tal de ser iluminado por Ti, mi Sol, que
alumbras siempre y nunca te apagas.
Del santo Evangelio según san Mateo 17, 22-27
En
aquel tiempo, se hallaba Jesús con sus discípulos en Galilea y les dijo:
"El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo van a
matar, pero al tercer día va a resucitar". Al oír esto, los discípulos se
llenaron de tristeza.
Cuando llegaron a Cafarnaúm, se acercaron a Pedro los recaudadores del impuesto para el templo y le dijeron: "¿Acaso tu maestro no paga el impuesto?" Él les respondió: "Sí lo paga".
Al
entrar Pedro en la casa, Jesús se adelantó a preguntarle: "¿Qué te parece,
Simón? ¿A quiénes les cobran impuestos los reyes de la tierra, a los hijos o a
los extraños?" Pedro le respondió: "A los extraños". Entonces
Jesús le dijo: "Por lo tanto, los hijos están exentos. Pero para no darles
motivo de escándalo, ve al lago y echa el anzuelo, saca el primer pez que
pique, ábrele la boca y encontrarás una moneda. Tómala y paga por mí y por
ti".
Palabra del Señor.
Reflexión
h
Dice san Mateo que Jesús y los discípulos iban «yendo un día juntos por
Galilea». Pudiera parecer algo evidente, pero el hecho de mencionar que iban
juntos nos muestra cómo el evangelista quiere remarcar la cercanía de Cristo.
Luego les abre su Corazón para confiarles el camino de su Pasión, Muerte y
Resurrección, es decir, algo que Él lleva muy adentro y que no quiere que,
aquellos a quienes tanto ama, ignoren. Posteriormente, el texto recoge el
episodio del pago de los impuestos, y también aquí el evangelista nos deja
entrever el trato de Jesús, poniéndose al mismo nivel que Pedro, contraponiendo
a los hijos (Jesús y Pedro) exentos del pago y los extraños obligados al mismo.
Cristo, finalmente, le muestra cómo conseguir el dinero necesario para pagar no
sólo por Él, sino por los dos y no ser, así, motivo de escándalo.
En
todos estos rasgos descubrimos una visión fundamental de la vida cristiana: es
el afán de Jesús por estar con nosotros. Dice el Señor en el libro de los
Proverbios: «Mi delicia es estar con los hijos de los hombres». ¡Cómo cambia,
esta realidad, nuestro enfoque de la vida espiritual en la que a veces ponemos
sólo la atención y el acento en lo que nosotros hacemos, como si eso fuera lo
más importante! La vida interior ha de centrase en Cristo, en su amor por
nosotros, en su entrega hasta la muerte por mí, en su constante búsqueda de
nuestro corazón. Muy bien lo expresaba san Juan Pablo II en uno de sus
encuentros con los jóvenes: el Papa exclamó con voz fuerte «¡Miradle a Él!».
Para la reflexión personal
Más allá de cualquier polémica sobre los
impuestos, lo realmente significativo es la ofrenda libre que Jesús va a hacer
de su vida.
Ningún impuesto puede igualar la importancia del
gesto salvífico de Jesús.
a)
¿Qué es
lo que más nos llama la atención de este texto?
b)
¿Qué
significa para cada uno de nosotros entregar la propia vida?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María, nuestra Madre, su ayuda.
Madre
mía: yo
sé que todos los sacramentos son fruto de la Cruz. Y sé que la Santa Misa es la
renovación incruenta del sacrificio de la Cruz. En la sagrada Eucaristía está
presente y vivo Jesús, con ese cuerpo y esa sangre que de ti recibió aquel día
en que tu dijiste sí.
Y
al tercer día el Señor resucitó con el mismo cuerpo que estuvo colgado en la
Cruz, con el que ahora permanece en la gloria para que lo adoremos y lo podamos
ver cara a cara al final de los tiempos.
Ayúdame,
Madre, a saber mirar a Jesús en la Eucaristía, para que Él me mire, como decía
aquel hombre que contaba el santo Cura de Ars. Y que lo sepa hacer, en unidad
de vida, todo el resto del día.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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